ELECTRODUENDE: La pesadilla del querubín

lunes, 14 de junio de 2010

La pesadilla del querubín

"Adios con el corazón...", "algo se muere en el alma...", "bye,bye, baby, bye,bye..." Estos estribillos de canciones de despedida quedaron sin entonarse en el programa Cántame una canción, que Telecinco decidió cancelar de la noche a la mañana.

Resultado: Los niños concursantes, rotos de dolor; los padres de los niños, cabreadísimos; Los profesionales del espacio, nuevamente al paro; Los espectadores que lo seguían, absolutamente ninguneados.

Esta última estafa, engaño alevoso desde la tele, ha creado más espectación que otras cancelaciones anteriores, que siempre dejan al sufrido seguidor en situación de impotencia. Un reportaje del diario ElMUNDO recoge las declaraciones de alguno de los progenitores de los muchachos que creyeron convertirse gracias a la tele en fulminantes estrellas del artisteo.

"Nos sustituyeron por 'La pesadilla de Jesulín' (un especial llamado así). ¡Qué vergüenza!", "Jugaron con la sensibilidad de nuestros hijos", "Nos cancelaron nuestros billetes, y varios amigos y familiares que pensaban asistir como público perdieron los transportes y hoteles que habían pagado"...

Me alegro (tristemente) de que estos padres hayan descubierto "a tiempo" quiénes son los Reyes Magos de la tele. Tienen un berrinche a las tres semanas del concurso, pero también cuentan con un verdugo claro y directo contra el cargar: la cadena que les regalaba "el sueño de su vida".

De no haber sido así, de haber tenido éxito el espacio en el que pusieron a TRABAJAR a sus pequeños, la pesadilla hubiese sido mucho más angustiosa. Tras el final del programa, se habrían encontrado en el vacío más absoluto a manos de empresas discográficas, productoras de televisión despiadas y, por extensión, todo un canal que hubiera explotado a sus retoños en las marañas de programas que conjugan lágrimas con share.

Estos padres dieron alas a unos niños que naturalmente deben de vivir cuanto más al margen de la televisión puedan, deben de jugar en el colegio junto a sus compañeros y no en un plató rodeados de focos, deben de aprender a dibujar y a pintar y no a firmar un contrato, deben de imaginar un mundo mejor y no participar en el prostituido paraíso millonario de los adultos.

Esta vez, la despiadada cadena ha sido clara: "No ha sido Telecinco quien ha suprimido el programa, sino el público".

Estamos acostumbrados a que esta excusa absolutoria se imponga en los despachos a los sufridos profesionales que ven cómo de un plumazo se quedan sin trabajo. Pero nos sorprende más cuando se hace pública, sin vergüenza, y son unos concursantes anónimos quienes ponen el grito en el cielo y, más aún, si hay querubines de por medio... Aunque el juicio es el mismo:

Poca audiencia, menos anuncios, no tantísimo dinero para la cadena y, por tanto, no hay trabajo. ¿Y las personas, en este caso, los niños? Nunca importaron.

Pero y ¿EL SUEÑO?, ¿el objetivo artístico?, ¿el resultado que querían crear?