martes, 27 de diciembre de 2005
OT es un negocio
Colaboración especial de Wayne Jamison para ELECTRODUENDE
Esta segunda semana cuelgo el prólogo de mi segundo trabajo sobre Operación Triunfo.
En él se explican los motivos que me empujaron a escribirlo y los objetivos que pretendo alcanzar.
Los últimos meses no han sido fáciles para mí. Como tampoco lo fue, por diferentes razones, decidirme a escribir este trabajo. Pero, finalmente, han sido dos las razones principales que me han empujado a hacerlo.
Por un lado, que un primero firmado junto a la madre de un concursante de la primera edición de Operación Triunfo, también sobre el mismo concurso de telerrealidad, fue secuestrado judicialmente a petición de la productora del mismo, Gestmusic. En unas próximas páginas se detallan los motivos y el proceso correspondiente.
Ese trabajo, que lleva por título ‘OT La cara oculta de Operación Triunfo’, sigue, en el momento de escribir estas líneas, secuestrado cautelarmente desde el 27 de junio de 2005. Estamos obligados a respetar la decisión del juez correspondiente, por sorprendente que pueda parecer, y esperar a que haya un pronunciamiento definitivo al respecto.
Seguiré luchando por conseguir que ese primer libro acabe viendo la luz, algo que, por otra parte, estoy convencido que acabará sucediendo tarde o temprano. Pero, mientras tanto, no puedo evitar sentir considerablemente limitado mi supuesto derecho a expresarme libremente y, como periodista, a ejercer mi también supuesto derecho a informar libremente. Y, por mucho que se mantenga el secuestro judicial del libro, nadie puede evitar que me sienta así.
No me caracterizo precisamente por mi conformismo, así que allá por el mes de agosto, una vez pasada la vorágine mediática suscitada con motivo del mencionado secuestro cautelar de la obra, decidí que tenía que hacer algo para tratar de conseguir que viese la luz ‘mi verdad’ y la de otros muchos, principalmente personas que han vivido desde dentro el ‘fenómeno OT’. Y hacer así también algo para gozar del derecho a la libertad de expresión que sentía que me había sido limitado.
Opté por escribir este segundo trabajo para conseguirlo. Podría considerarse una especie de segunda parte del primero que, paradojas de la vida, posiblemente consiga ver la luz antes que la primera.
No es, ni mucho menos, un refrito retocado de ‘OT La cara oculta de Operación Triunfo’, aunque, eso sí, he incluido algunos argumentos del mismo de los que el juez que decretó su secuestro cautelar ya confirmó como totalmente válidos y ‘exentos de prohibición legal alguna’.
Son básicamente los referidos a las relaciones contractuales que vincularon a los concursantes de la primera edición del concurso de telerrealidad con la productora y el resto de empresas y compañías que se subieron al carro de la explotación del negocio a través de diferentes y en muchos casos curiosas alianzas.
También los referidos a informes societarios y patrimoniales de Gestmusic y otras de esas sociedades vinculadas, entre otros contenidos que también han sido considerados como exentos de cualquier tipo de prohibición legal.
Pero la recuperación de argumentos de ese primer trabajo supone una mínima parte del contenido de este segundo. Evidentemente, sólo he recuperado una pequeña parte, primero porque sigo convencido de que ‘OT La cara oculta de Operación Triunfo’ acabará viendo la luz y no es cuestión de destriparlo antes de tiempo, y, segundo, porque durante estos últimos meses he tenido la fortuna de conseguir documentación, información y testimonios suficientes como para que no fuese necesario.
Y ésta es precisamente la segunda gran razón, la de mayor peso, que me he empujado a escribir este trabajo. Tras saltar a la luz pública el secuestro judicial del primero, me encontré con la agradable sorpresa de que varios concursantes de diferentes ediciones de OT se pusieron en contacto conmigo para apoyarme y, de paso, para realizarme nuevas confidencias desconocidas hasta ese momento para mí.
Con el paso del tiempo, mis contactos con triunfitos fue creciendo. También con otras personas que estuvieron o siguen estando vinculadas, de una forma u otra, directamente con el ‘fenómeno OT’.
La primera conclusión que extraje de esos contactos y conversaciones fue que el primer trabajo había quedado incompleto y, posiblemente, no hacía justicia con otros protagonistas que no habían visto reflejadas sus historias en el mismo.
Me di cuenta de que detrás de OT se esconden otras muchas historias, y casi todas ellas digamos que poco amables y que confirmaban mi verdad de que este concurso de telerrealidad, que ha llegado a ser un auténtico fenómeno mediático, social y musical sin precedentes, tiene también una ‘cara oculta’ que, por las razones que sea, no ha sido aún explicada.
Esos son, por tanto, mis objetivos con este trabajo. Y con él quiero también cerrar mi etapa como ‘periodista de OT’. Sé que siguen quedándose cuestiones en el tintero, y me gustaría que alguien cogiese el testigo y fuese capaz de conseguir que también viesen la luz en el futuro.
Sólo pretendo demostrar que Operación Triunfo ha sido y sigue siendo, al menos de momento, un negocio, un negocio en el que entran en juego los sentimientos y las ilusiones de numerosos jóvenes. Y que lo que prima sobre todo es precisamente es eso: el negocio, para cuya explotación se pone en marcha una potente y complicada maquinaria.
El precio que muchos han tenido que pagar es posiblemente demasiado grande. No hay que olvidar que este concurso llegó a erigirse en un programa de referencia que exaltaba los valores humanos y artísticos de los participantes. Pero detrás hay mucho más, mucho más que el triunfo personal y artístico que han podido cosechar algunos.
Las siguiente páginas se las debo principalmente a esos jóvenes, más allá de Bisbal y algún otro, cuyo paso por OT ha sido más bien amargo. A esos que han vivido también la cara menos amable del programa y de todo lo que conlleva éste. A ellos van dedicadas, porque son los auténticos protagonistas.
Wayne Jamison
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