miércoles, 4 de enero de 2006

El abusivo contrato de O.T




Se ha especulado mucho sobre el dinero que ganaron los concursantes de la primera edición de Operación Triunfo.

Algunos, como David Bisbal, se han creado un emporio tras su paso por el concurso.

Todos ganaron dinero, pero quienes hicieron el negocio, dieron el pelotazo y se llevaron casi todo el pastel fueron la productora y la discográfica.

El abusivo contrato que firmaban con la productora les obligó en ocasiones a pagar dinero para poder cantar.

PAGAR POR CANTAR

Colaboración especial de Wayne Jamison para ELECTRODUENDE

Verano de 2002. El concurso ha acabado, pero el ‘boom’ OT sigue en plena efervescencia, aun después de más de tres meses de concurso, una gira de conciertos conjunta de los 16 triunfitos por toda España llenando todos los aforos, de grabar discos en solitario y de aparecer en prácticamente todos los programas de televisión de este país. La maquinaria para hacer dinero continúa trabajando a pleno rendimiento.

Fue el verano en que los triunfitos protagonizaron giras de conciertos por todo la geografía española. Solían ‘girar’ en parejas, salvo raras excepciones puntuales: Bustamante-Verónica, Naím-Natalia…

Lo que se relata a continuación no era algo genérico, pero sí que puede dar una idea de cómo eran algunos de los contratos que vinculaban a los jóvenes con La Academia de Artistas, una sociedad que nació de las entrañas de Gestmusic y la discográfica Vale Music (la alianza será explicada más adelante) para llevar la representación artística de todos ellos.

La Academia de Artistas se aseguraba con dichos contratos todo el poder de decisión y el control más absoluto sobre las carreras de todos y cada uno de los triunfitos, y éstos, por tanto, no podían decidir ni hacer ni negociar nada sin dicha compañía.

No podían hacer nada, absolutamente nada a nivel profesional, sin que sus nuevos representantes lo negociasen y diesen su visto bueno en las condiciones que estimasen: conciertos, anuncios, bolos, cine, actos promocionales, firmas de discos, apariciones en televisión…

Con una duración de cuatro años que

‘se prorrogará automáticamente por tácita reconducción por sucesivas prórrogas de cuatro años, siempre que no fuera notificada por escrito y de forma fehaciente la voluntad expresa de cualquiera de las partes de dar el mismo por resuelto, con una antelación mínima de tres meses a la fecha de vencimiento del contrato o de cualquiera de sus prórrogas’

el contrato de representación artística estaba dividido en diferentes apartados, en función del aspecto concreto al que haga referencia cada uno de ellos. Son básicamente los que afectan a conciertos, galas, actuaciones y giras del artista y a los derechos de merchandasing.

En ambos casos las condiciones son prácticamente idénticas, por lo que a detallar algunas de las más significativas en referencia a lo antes mencionado.

Respecto a las obligaciones de La Academia, dice que ésta tendrá el poder para

‘contratar, despedir y dirigir el personal, empresas, servicios y suminitros necesarios para el óptimo desarrollo de la actividad del artista’, así como ‘representar al artista ante todo tipo de entidades públicas o privadas en cuestiones relacionadas con la referida actividad profesional’.

Sucede, sin embargo, que corrían a cargo del artista (triunfito) los gastos derivados de ese persona, de esos servicios y de esos suministros ‘necesarios’.

Es decir, que era él quien debía pagar, por ejemplo, a bailarines, músicos, coros, equipos de luz y sonido para los conciertos, manager, asistente personal… en un concierto. Y en todos los casos, elegidos siempre por La Academia y, por lo tanto, asumiendo las negociaciones sobre precio, características que hubiese decidido ésta.

Pongamos el ejemplo de un concierto en cualquier localidad:

El caché del artista lo negociaba La Academia, que de salida ya se embolsaba el 30 % de los importes íntegros; es decir, de los importes brutos abonados al artista por su contratación.

Pero el 70 % no era para el triunfito en cuestión, ya que con dicho porcentaje éste debía hacer frente a todos los gastos que implicase la organización y celebración de ese concierto: músicos, bailarines, intermediarios, mánager, asistente, equipo técnico, luces, sonido, montaje…, y hacerlo según las directrices y las condiciones que le impusiese La Academia.

No es de extrañar, por lo tanto, que se diesen casos en los que la celebración de un concierto costase dinero al triunfito.

Fue lo que sucedió, por ejemplo, en uno celebrado en una localidad tarraconense y que se cerró con un saldo negativo de 1.304 euros. Vamos, que al artista le costó algo más de 200.000 pesetas subirse al escenario y cantar, mientras que La Academia se llevó directamente 5.400 euros. Y es que las cuentas resultaron contundentes.

El caché (precio que costó la contratación del triunfito) fue de 18.000 euros. Los gastos de producción (personal, equipos, hoteles, transportes, cartelería, ensayos….) ascendieron a 13.904 euros, según la liquidación realizada por la compañía correspondiente.

Si a esa cantidad se suman los 5.400 euros mencionados que se embolsaba La Academia por ese 30 por ciento del caché que le correspondía, el resultado es el señalado del saldo negativo de 1.304 euros.

Por su parte, La Academia destinaba un 8 por ciento de lo que se llevaba, en este caso 1.440 euros, al agente correspondiente, y lo que sobraba (3.960 euros) lo repartía a partes iguales con la empresa contratada para la producción del concierto.

En el próximo post...

Un concursante de la primera edición de Operación Triunfo quiso revelar el desprecio que estaba sufriendo por parte de la productora. Utilizó mensajes ocultos en sus canciones.

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