martes, 26 de enero de 2010

Total: 21 días




Contra las críticas del escaso periodismo y el afán de sensacionalismo por las que se le tacha al programa 21 días- algunos dicen que el periodista no ha de tomar partido dentro de las problemáticas- yo me considero un defensor radical de sus virtudes.

Salvando las distancias, Samantha Villar llega a ser un Kapuscinski televisivo, que ejerce un trabajo de campo sin las extravagancias querellantes de la Milá, por poner un ejemplo del otro extremo.

El protagonismo de Villar, como el contrapunto a Callajeros, no desentona con esa realidad de los "otros", los verdaderos protagonistas, cuyas realidades se siguen palpando cámara en mano o con Samantha al lado.

Este lunes y rozando su récord histórico de audiencia, Villar se introdujo en la industria del porno para contarnos de la manera más natural posible el día a día de los personajes del mundillo. Hasta lidió, combinando compostura y simpatía, las sandaces esperpénticas del farandulero Torbe, el Santiago Segura del sexo por Internet.

He de confesar que siento admiración, o envidia, por lo que hace Samantha: Implicarse en las realidades, cual antropóloga en las nuevas tecnologías, para después contarlo.

En estos días en los que la realidad periodística transcurre entre el corta y pega de agencias de prensa, el saqueo de vídeos de youtube para construir piezas en informativos y reportajes, y los mega anuncios institucionales o de empresas de cualquier índole, poder disfrutar de los reportajes sociales tan bien hechos por Cuatro está bien pero, si además te los cuenta una reportera que los vive en primera persona, es TOTAAAAALLLLLL.

Os dejo aquí las reflexiones que sobre este programa hicimos en el Sospechos Habituales de la pasada semana. Porque "no es lo mismo contarlo que vivirlo":

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