viernes, 20 de agosto de 2010

Bajeza buscada





Zapear y aterrizar en una serie española es una experiencia que está entre el acto de fe y el sadomasoquismo. No quiero hablar hoy de los pobres guiones de estas ficciones, sino de las interpretaciones. El ganado que puebla muchas series es digno de hacerse algunas preguntas. ¿Por qué lo hacen tan mal? ¿Por qué nos hemos asentado en el histrionismo, en el griterío, en la exageración, en tal holgazanería interpretativa?


Mario Muchnik escribió hace poco que “los actores, como las actrices son hoy imbéciles sin carácter cuya paleta artística no tiene más matices que una sucesión de etiquetas: sorpresa, sufrimiento, sorna, risa y poco más”. En contra de los prodigios televisivos que estrenan los americanos, con actores gloriosos, los profesionales españoles se han alejado de la realidad porque la realidad les importa un pito. Prefieren el sainete, las historias exageradas de chachas, putas, quinquis, polis, enfermeras y dependientes de supermercado. Una España falsa y de una bajeza buscada, diseñada para que el currela que enciende la tele se sienta siempre superior: “Mira esa chacha sucia y politoxicómana cómo grita a su hija puta. Qué risa”.


¿Qué nos pasa? ¿Por qué aquí los actores trabajan bajo mínimos? ¿Por qué los yanquis son universales y no lo somos nosotros? John J. Healey, en El País, llegó a una peregrina conclusión: los españoles, exagerados, teatrales y gritones, no valemos para que se nos entienda universalmente. En resumen: “Basta con encender la televisión para ver y oír las voces, los gestos y las muecas, teatrales y forzados. Solo tiene que frecuentar bares y tiendas por doquier y observar cómo la gente habla y se relaciona entre sí. La gran mayoría de los españoles esconden sentimientos verdaderos y potencian una homogeneidad social. La rigidez fanfarrona española comunica una sensación de libertad y falsa camaradería que la cámara detecta al momento, consiguiendo que mucha parte del público se distancie de la puesta en escena”. Decir que un español esconde sentimientos verdaderos más que un inglés es sencillamente absurdo.


Hace poco volví a ver Los santos inocentes. Mario Camus no es preciosamente un director del método y logró en ella un reparto coral admirablemente real, digno, creíble. Universal. En el cine español contamos con buenos actores y buenos directores de actores como Pedro Almodóvar, Iziar Bollain, Fernando León, Mariano Barroso o Adolfo Aristarain. ¿Qué le pasa entonces a la tele, una industria más fuerte y pujante que la cinematográfica?

¿Por qué a muchos de sus actores, tan mecánicos, tan vagos, no sólo no se les entiende, sino que no saben hablar, ni respirar, ni moverse, ni mirar, ni escuchar? Serán cosas de la bajeza buscada, la mamarrachada.


Un testivoltio de IVÁN REGUERA para LA TELE DE CRISTAL.


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SIGUE LA TELE DE CRISTAL: De juzgado de guardia

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