lunes, 13 de abril de 2009

Los ladrones somos gente rara



A veces la vida es tan divertida o tan puta que no hace falta comprar un periódico para obtener noticias. En una semana he presenciado dos sucesos de lo más curiosos y dignos de cualquier programa de Gente (TVE), Alerta 112 (Antena 3) o, he aquí la duda, Inocente, Inocente (Autonómicas).

Los programas de sucesos o de realidad social más eficaces son aquellos que, además de alertar al ciudadano, plantean posibles soluciones individuales para actuar con rapidez a la hora de ser agredido. Agradezco haberle prestado atención a los medios y, concretamente a la tele, cuando me contaron que algunos delincuentes se hacían pasar por representantes de la Comunidad de Madrid y acudían a las casas de ancianos para soplarles unos euros tras "examinar minuciosamente" las instalaciones de su inmueble.



Así, comiendo hace unos días en mi chino favorito del barrio de Tetuán, entraron dos jóvenes anunciándose como miembros de la Comunidad de Madrid. En ese preciso momento recordé la alerta que me dio un día el programa España Directo y comencé a desconfiar de ellos ante la mirada de mi descreído acompañante, que acabó por darme la razón cuando terminó el circo.

La pareja de farsantes, también con cara y mandíbula de pastilleros, se habían embutido en un buzo naranja (en plan 'gas natural') y llevaban sendas carpetas negras con folios dentro y bolígrafo en mano.



Tras entrar en el chino como un huracán y dar un cordial saludo a los comensales se dirigieron hacia el final del pasillo, donde mis amigos chinos tienen la caja. Comía tan cerca que pude escuchar el inicio de la conversación y, con mirada cómplice, le hice entender a mi amigo que estuviese atento al rollo de los tipos porque aquello no pintaba oficial, sino que iba de guasa.

"Buenas tardes, somos de la Comunidad de Madrid. Estamos revisando todas las instalaciones de los restaurantes de la zona y debemos cerciorarnos de que ustedes cumplen con las medidas municipales. Debemos entrar dentro para comprobar que todo está en orden ya que el lunes se pasarán unos compañeros de..."



Los chinos, siempre recelosos del otro, hablaron entre ellos y enseguida negaron con la cabeza. Ante el rechazo, uno de los farsantes cogió su móvil e hizo una llamada (simulada):

"Don Manuel. Sí. Aquí en la calle tal número tal con resultado en negativa de los encargados. Sí. Ahá. El lunes ¿no? Cierre por incumplimiento. Sí. Desobediencia. Ya. La norma. Sí, sí, ya entiendo. El código 10. De acuerdo. ¿Eh? Sí, sí, los demás en orden. OK, inmediatamente lo trasmito..."

He de reconocer que, si de entrada uno no había sospechado nada raro de tales individuos, la trampa del teléfono como que acojona bastante. Y así lo debieron de sentir los orientales ya que, tras colgar la falsa llamada y con otros burdos argumentos de paso, los timadores consiguieron acceder a la cocina del garito.



Aproveché el salón sin moros en la costa para radiarles a mis amigos chinos lo que le estaba comentado a mi colega en la mesa: "Ojo con los que tenéis ahí dentro porque ni la Comunidad de Madrid actúa así, ni ellos quieren revisar nada. Más bien creo que, tras daros algún "informe negativo, os tratarán de sacar la pasta".

Acto seguido a mi consejo, los futuros timados orientales se excusaron por "no saber cómo actúa la Comunidad en España" y, dando crédito a mis palabras, procedieron a echar a los intrusos.



La reacción de los pintas fue de traca y entre risas malévolas y grititos infantiles se hicieron oír: "¡Pues ya veréis, otro chino cerrado!, ¡Os acordaréis de nosotros!, ¡Ya veréis lo que os pasa el lunes jajaja!..". Y salieron del restaurante dando un portazo de esos que matan el chupito sin beberlo.


La segunda en la frente:

Este jueves Santo sonó el timbre de mi casa a las 15.00 h. Miré por la miralla y vi a un señor que no conocía de nada y que se anunciaba como "TELÉFONO". Vi como cambiaba de pasillo e iba llamado al resto de puertas. Resultándome bastante raro que "el Teléfono" llamara a mi puerta en jueves Santo, decidí no abrir y olvidarme del tema. Ayer domingo descubrí en mi ascensor un cartel pegado al espejo que decía ésto:



LOS LADRONES DE PISOS

Os damos las gracias por habernos abierto la puerta el jueves a la hora de comer, cuando vinimos haciéndonos pasar por comerciales de una misteriosa compañía telefónica, y pudimos comprobar, vivienda por vivienda quienes os habíais ido de viaje o no.

Ya sabemos que no resulta muy creíble que alguien trabaje justo en un festivo señalado y cuando gran parte de los clientes potenciales suelen estar fuera de viaje pero je,je... ¡siempre funciona!

Es que nos aburríamos haciéndonos pasar todo el rato por carteros comerciales para ver qué buzones están rebosantes de cartas o, simplemente comprobar si la propaganda que os metimos hace varios días sigue allí porque no hay nadie para recogerla. Gracias de nuevo por vuestra confianza.




Ya ven, dos historias que vividas en primera persona te dejan cuanto menos noqueado. No me se siento especialmente atemorizado, pero temo por otros más inocentes (que sin duda los hay) que puedan caer en la trampa de estos aburridos payasos. No sé de leyes pero imagino que, aunque no estén consumando el robo, estarán participando en un concurso de delitos tipificados, tales como la suplantación de identidad, amenazas, escándalo público...

Lo que más me revienta del sucio asunto es que hasta la delincuencia actual sufre del llamado intrusismo profesional. Se ha perdido el arte del golpe a grandes dimensiones, del timo de la estampita en el que uno caía en la cuenta cuando los beneficiarios ya estaban disfrutándolo en el Caribe.



Ahora hasta el posible robo ha perdido su encanto y, de hecho, no está ejecutado por artistas del crimen, sino por individuos que asumen sin vergüenza ante sus víctimas que son "raros, raros, raros" e incapaces de seguir peleando su maquinación.

En fin, pa' echar de "juzgar" a parte.

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