martes, 17 de marzo de 2009

Bla, bla, bla



Bajo el título de Doce horas sin piedad, Veo TV (la cadena del diario El Mundo) emitirá la entrevista más larga de la historia. El protagonista será el polifacético Pedro Ruiz, que durante doce horas ininterrumpidas (comienza el 25 de abril a las 12.00h) será cuestionado sobre distintos temas por famosos y anónimos que se irán intercambiando a intervalos de 60 minutos.

Sobre esta “hazaña audiovisual”, concebida exclusivamente para conseguir un Guiness de los Récords, el director general de contenidos de Veo7, Josu Aurrekoetxea, ha justificado la elección del entrevistado así: "Pensamos en Ruiz porque es una de las pocas personas en este país que tiene opinión sobre todo. Es una persona intensa, que puede dar mucho juego".

Que obsceno se me antoja esto de “tener opinión sobre todo”. En general, desconfío de la gente que no se permite dudar ni reconocer que no tiene opinión formada sobre algún tema, sencillamente porque aún no lo ha pensado. Pero entiendo que hayan escogido al parlanchín para tan insultante proeza: ¿Qué mas da lo que se diga cuando no importa el mensaje sino la forma?

Vivimos en una sociedad de formas en la que la imagen lo es todo. La apariencia ha engullido a todo lo demás: al pensamiento y a las ideas.

Están, por ejemplo, los pijos y los punkis, los modernos y los retros, los de pueblo y los de provincias, los de La Razón y los de Público, los de los 40 Principales y los de Radio 3... En el fondo todo es lo mismo: No hay fondo. Hay que casarse con algo que identifique y etiquete porque de no ser así quedaríamos en muy poco, en nada.

La televisión sabe de ello y lo utiliza en beneficio propio, dando golpes de efecto como esta entrevista, etiquetada seguramente como genialidad por los más tontos, por el otro lado cada vez más numerosos.

Ya saben, a la tele le interesa la estética y la forma más que el contenido. Piensa, por encima de lo que se va a contar, el cómo ha de hacerse (12 horas/ 60 minutos/ suite, plató). Importa ir a la vanguardia, ser los primeros, batir marcas y conseguir el récord. Nada mejor que un charlatán habituado a todo tipo de espacios (Como Pedro por su casa, Esta Noche Pedro, El Domingol, La Noche Abierta) para conseguir los objetivos.

¿Y de qué hablará el señor Ruiz? ¡Eso es lo de menos, oiga, no se pregunte usted ésto y véalo, que en 12 horas va a haber mucho que decir y seguro que todo le interesa! Además es una apuesta sumamente ambiciosa, emitida en riguroso directo y va a ser la primera vez que un canal de televisión... y... bla,bla, bla....bla, bla, bla... bla, bla, bla....

Recuerdo que en uno de los programas de Dragó un invitado aseguraba haber conocido a un escritor que se quedaba callado en mitad de sus frases. ¿Saben por qué? Porque no se atrevía a utilizar una palabra que no se ajustara exactamente a lo que él quería decir. Buscaba el sinónimo preciso para formar cada una de sus frases. Eso en la televisión de hoy sería impensable: Importa la charlatanería la verborrea y, sobre todo, el no quedarse callado. Tener algo que decir aunque no se diga nada. Los tiempos de cada intervención, ya no los marca el propio discurso sino un cronómetro que mide por igual todas las reflexiones o los cortes publicitarios que todo lo llenan.

Y dentro de esos márgenes de ruidos y de palabras ¿hay espacio para el silencio? No. Eso nos ayudaría a pensar y la tele no puede consentírnoslo.

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