Las denuncias de los sindicatos, los conflictos internos o los malestares mediáticos suelen obviarse en los informativos de las cadenas.
Sin embargo, sí les queda tiempo a los telediarios-telepromos para hablar del share de programas de la casa o anunciar futuras producciones.
Dragó ha roto con toda esa desinformación. Ayer sacó el tema tabú a debate: “La manipulación en Telemadrid”.
Invitó a Leopoldo Alas (El Mundo) que defendía la manipulación en la mayoría de los espacios de la cadena y a Luís Alberto de Cuenca (antiguo Secretario de Cultura del PP) en la parte contraria. Ambos, fieles colaboradores en sus programas de literatura.
Dragó los sentó a izquierda y derecha, según ideologías, y él quedó en el centro. Recordó que él sólo había sufrido dos intentos de manipulación en toda su historia televisiva.
Uno de ellos fue cuando el director de TVE le pidió que Arrabal no acudiese más a su programa, tras la famosa borrachera. Dragó respondió con una amenaza que consiguió calmar las aguas: “si mi amigo no viene, tampoco vendré yo”. Y otra ocasión en la que le impidieron llevar a Pedro J. Casualmente vivió los dos incidentes en TVE y cuando el PSOE estaba en el poder.
El debate de la manipulación de Telemadrid consiguió ser un llamamiento a los programas abiertos, a las verdades dichas sin censura y al gusto que da escuchar opiniones enfrentadas. Los enemigos ideológicos pasaron a ser gracias al ‘El diario de la noche’, dispuestos interlocutores. Dragó convirtió un tema que levanta tantas ampollas en la guerra de medios en un diálogo que respiraba cordialidad y consenso.
Fernando es un filósofo, ya lo sabíamos. Pero también es un payaso. Bromeó con el “martes y 13” haciendo que su plató temblara mientras decía la fecha. Consiguió un efecto técnicamente pobre, pero al no ser pretencioso, se convirtió en un juego de niños con el espectador. Inocente y blanco.
Dragó es también amigo y colega.
Amigo se mostró cuando unió a Leopoldo y a Luís Alberto a través de un apretón de manos individualizado pero al unísono. Uno por cada mano y él de catalizador: “¡Cuidaros!”, les dijo con los brazos plenamente abiertos. Nadie recordaba ya que habían acudido al plató enfrentados.
Colega, con su guiño a la Ministra de Sanidad. Al terminar el programa, sacó dos copas y las llenó de vino madrileño. Una para él y otra para ella.
Si alguien sabe de lo debido, de lo que se debe hacer, y de lo bebido, de dónde no se ha de beber, ese es Dragó. No le importará que en su programa, sus invitados fumen o acudan algo ebrios. Pero nunca permitirá que se hable de fútbol o se discuta del corazón.
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