La de los espacios sobre la marcha, a saco, un espacio que más que llamarse A pelo, debería llamarse A cañón, como tantos formatos a toda leche de las nuevas y modernas cadenas privadas.
Lo digo porque sus dos protagonistas, Raúl Cimas y Joaquín Reyes, se enfrentan a un gran reto imposible: ser graciosos, modernos e ingeniosos sentados en un sofá rojo y dando paso a pruebas absurdas, chorras preguntas al público y conexiones con reporteros tontorrones.
El programa, grabado en los platós de El Terrat en Barcelona, es un ejemplo de formato de la factoría (de la fábrica de churros) de El Terrat, bien hermanada con La Sexta más que nada porque su patrón, Buenafuente, tiene algo más que amigos en la nueva cadena de la era Zapatero.
Al sofá de A pelo llevan, en descarada autopromoción, a invitados de la cadena (ayer al histriónico y machacón calvo del “tiqui-taca”), a público entregado a pruebas tontas y a colaboradores de humor olvidable. Eso sí: lo mejor de ese sofá es Joaquín Reyes (Raúl Cimas me ha parecido siempre un caradura).
Joaquín Reyes es un gran cómico televisivo que miles de jóvenes internautas y televidentes conocen gracias a sus tronchantes interpretaciones en La hora Chanante, un clásico underground de la televisión patria. Para la historia del medio quedan sus imposibles imitaciones manchegas de Michael Jackson, Ágatha Ruiz de la Prada, M.A. Barracus, Sara Montiel o Barbra Streisand.
Reyes, que también tiene un discreto papelito en Camera Café, es uno de esos cómicos que si hubiese nacido en Chicago estaría trabajando en el Saturday Night Live, pero de momento debe conformarse con actuar a cañón en A pelo.
Esperemos que esto sea sólo una parada en un camino hacia trabajos de auténtico humor descojonante, ese del que este país está tan necesitado.
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