miércoles, 29 de abril de 2009
¡Que te den, concurso!
Cada vez se está poniendo más difícil eso de hacerse de oro ganando un concurso de la tele. Lejos han quedado los escaparates millonarios de El Precio Justo o los chalets en Torrevieja que concedía, cuando el metro cuadrado estaba más cercano al precio de una calabaza, el Un, dos, tres.
Un concursante de Pasapalabra se llevará el rosco relleno dentro de poco ¡Atención, spoiler!
Fuera de los platós, también se está convirtiendo en una odisea llevarse un premio por el talento de uno mismo. Por ejemplo, los concursos literarios cada vez más numerosos en Internet, acaban de ser descubiertos como un auténtico timo. Lo contaba hace unas semanas Juan Palomo en El cultural. Atención a los nombres que da el columnista porque dejan con el culo al aire a media profesión. No pierdan detalle:
"El 31 de marzo Espido Freire conquistó el premio Llanes de viajes, dotado con 30.000 euros, gracias a un jurado del que formaba parte el novelista Fernando Marías. El 25 de marzo de 2008, Fernando Marías obtuvo el premio Gran Angular, dotado con 100.000 euros, con Freire en el jurado; el 26 de junio de 2007, Espido ganó el premio Ateneo de Sevilla, dotado con 42.000 euros, concedido por un jurado en el que figuraba… Fernando Marías. También han sido miembros de un mismo jurado (Ciudad de Barbastro de Novela Corta) y se han sucedido en otros (el premio de Periodismo sobre el Zapato Femenino Luis G. Berlanga, dotado con 3.000 euros, que ganó ella en 2009 y en 2008 él).
Pero no todo es premio: Marías es editor de obras colectivas sobre el maltrato femenino (Península), cuentos de Poe (451 Ediciones) o el acoso escolar (SM), en los que ha participado Freire, mientras ella le ha correspondido invitándole al ciclo “Escritores cara a cara” organizado por la Junta de Castilla y la Mancha. Y es lo que digo siempre: ¡Qué bonita es la amistad!"
Todo este mamoneo literario deja con muy pocas esperanzas a aquellos principiantes con una obra, poesía, relato, novela en el cajón que copian por triplicado para enviar año tras año a las distintas convocatorias. (Algunos nos hemos dejado ya una pasta entre tanto encuadernación y fotocopia).
El amaño, a parte de la concesión a dedo, está encubierto por eso que llaman apodo o seudónimo. La historia está en meter la obra presentada en un sobre cerrado con una plica que incluya un seudónimo. ¿Es suficiente candado éste para ocultar la verdadera identidad del convocante? No.
Dense cuenta, por recordar uno de los últimos ejemplos, de cómo ganó Juan José Millás el Premio Planeta el pasado año. Su obra El Mundo es un continúo repaso a su vida y milagros con detalles, nombres y fechas, de sus publicaciones anteriores. ¿Podría leer un jurado este texto como si de un autor desconocido se tratara? Imposible.
Ellos, los ganadores de las palabras enroscadas, se cuidan de no hacer el rídiculo con cada convocatoria a la que se presentan: Espido Freire, Boris Izaguirre, Juan José Millás, Fernando Marías, Lucía Etxebarría... son expertos del rosco del certamen literario. Con la T... de TONGO.
Sus iniciales los delatan y viven del cuento del nunca acabar. Debería estar prohibido haber ganado ya un certamen y presentarse al siguiente, pero mientras editor y jurado formen parte de un todo, me temo que los participantes ganadores seguirán confiados en mandar sus textos a concurso, a sueldo.
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