No me llames Lolita, llámame Lola... O mejor llámame Dolores. Dolores de cabeza al ver el nuevo estreno de Antena 3 Bienvenidos al Lolita. La serie que cambió de nombre antes de su estreno, antes se llamaba Lolita Cabaret (tendría que haberse llamado Dolores, a secas) llegó y triunfó en espectadores, pero dejó a la audiencia boquiabierta gracias al despropósito cabaretero vivido durante casi dos horas de emisión.
Todo en Lolita es un desatino de los que hacen historia: Para empezar no se puede hacer una serie sexycabaretera para toda la familia y poner a la Verdeke, ridícula haciendo promoción descafeinada todo el día por los programas de La Sexta, como principal reclamo. La Verdeke cojea tanto como el resto de bailarines y actores de una serie que viene a sustituir en cuanto a estética e ideas descabelladas y mal realizadas a la mismísima Ana y los siete.
¿Recuerdan a Anita, la stripper metida a niñera? Pues eso. Aquí solo faltaba la Obregón para poner la guinda a una serie "familiar", pero con ganas de enseñar pechamen y muslamen en cada coreografía.
La tragedia que han vivido más de 3 millones de espectadores al ver el estreno, solo se verá mermada cuando la audiencia comience a caer en picado, porque ya no son los tiempos de Obregón y nadie aguanta tanto por tan poco en la televisión de hoy. A no ser que el objetivo sea hacer sangre de lo que se está viendo por twitter. Algo que sí consiguió Lolita.
Recibió palos por público de todas las edades. Incluso a pesar de mezclar todos los ingredientes típicos y tópicos de las series que enganchan a todos los públicos: con chacha incluida. Sí, pero no esperen lo que no es, ni siquiera en el Lolita Cabaret, la chacha es pornochacha.
Por no tener no tiene ni sentido crítico decente: la utilización de la crisis como trama argumental fue de risa. Así conocímos a Lolita: por hacernos reir cuando pretendían ir de drama y por dejarnos de piedra cuando intentaron contarnos una gracieta. No le llames Lolita, llámale Dolores. Muchos dolores al verla.
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