viernes, 27 de noviembre de 2009

Liebre por gato




Pasarse por quien uno no es, o por quien uno no es tan sólo para los demás. Isabel Gemio no pudo concebir como alguien logró usurpar la personalidad de un catedrático y charló con ella durante diez minutos como si nada. Ella lo calificó de impostor, para mí es un modelo a imitar.

Uno de mis ídolos cinematográficos es el personaje de Leonardo Di Caprio en Atrápame si puedes. Y reconozco que desde toda la vida, y siempre que siento que la ocasión lo permite, me hago pasar por quien la otra persona quiere que sea.

Recuerdo con gusto radiofónico una de esas experiencias cargadas de adrenalina: me hice pasar por una mujer de 82 años en un programa de Radio Caracol, y nunca descubrieron que yo no era la actriz que ellos pensaban que entrevistaban. Pero eso es otra historia...

Sobre el ‘Te doy mi palabra’ (¡Vaya título más apropiado!): Además de demostrar que no hace falta tener un diploma para mostrar una opinión, el amigo consiguió trasmitir el discurso que “el pueblo” tiene sobre la tele (mucho más interesante, sin duda, que los datos que sobre el audímetro podría dar el experto):

“Todo es lo mismo, no hay variedad, tanto corazón y cotilleo… a la gente le gusta el lío. Yo lo veo porque en mi casa no pinto nada. ¡Hablad más de vinos y de los pueblos de España!...”
Esa titulitis: “Yo soy… porque yo soy… porque yo…” fue devuelta con el “Si yo sería, porque a mí me parece que… creo que se debería…” El “ordeno y mando porque yo lo valgo” dio paso a un discurso mucho más auténtico, natural e interesante.

Perdonando las carencias argumentales del maravilloso impostor (quizá era inocentón y ‘lo que necesitaba era un hervor’), la sorpresa que Isabel recibió debería haberse tomado como una experiencia irrepetible, de esas que sólo dan los duendes de la radio.

La presentadora no tuvo, sin embargo, ni la capacidad para reconocer a un no experto, ni la sabiduría para reflexionar positivamente sobre ello. Quien tantas sorpresas dio a gente que ni las deseaba, no ha sabido ser una digna protagonista de esta fábula en directo, que se debería repetir en todas las profesionales y en todos los ámbitos (quizá salvando la medicina, o quizá no).

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