Por Bosco Palacios:
Eurovisión es un concurso de voces. En la segunda semifinal celebrada este jueves pudimos maravillarnos con muchas sobre el escenario. Amén
de las impresionantes puestas en escena de algunos países, lo que destaca en
Eurovisión es un potente chorro de voz, casi siempre de mujeres vestidas con
trajes que llenan el escenario.
Uno al que no se ve, pero que es la voz española de este
año, es José María Iñigo. Tras la pérdida reciente de grandes comunicadores
como Uribarri o Constantino Romero, Iñigo no puede faltar como compañía cómplice
del espectáculo de la pública. Trasmite confianza, seriedad, profesionalidad y
buen rollo. Es un placer contar con él como referencia durante la gala y como
guía en las votaciones.
Otra que ni tiene una gran voz, ni destaca por su puesta en
escena es Raquel del Rosario. La intérprete, que quizá salga descalza, puede
darnos un puesto como el conseguido por Remedios Amaya, que en su día apareció
por el escenario también descalza y que quedó la última intentando manejar su
barca.
¿Repetiremos puesto? A falta de una buena canción española, la voz de
este año por parte de nuestro país le corresponde a José María Iñigo. Fiable.
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