Por Lorena Papí:
Nunca he sido de cómics y ahora me arrepiento. Habría devorado cada entrega de The Walking Dead de Robert Kirkman (por supuesto protegiéndolas después con bolsitas de plástico) y ahora estaría maravillada de ver a Rick Grimes, Sean y los demás supervivientes en carne y hueso, saltando de la viñeta a la pantalla. Además, habría podido ilustrar esta crítica con una exposición sobre las diferencias entre el cómic y la serie, en plan Sheldon Cooper. Pero ahora sólo puedo limitarme a hablaros de tele, que es lo mío.
Esta noche es la noche de los muertos vivientes. De los caminantes. La segunda y deseadísima temporada de 'The Walking Dead' se estrena hoy en USA, y, con sólo un día de diferencia, llegará a España. Por primera vez, no tendremos que esperar a que esos ángeles desconocidos, esos duendecillos mágicos suban los capítulos a seriesyonkis, etc. Podremos verlo en pantallas de más de 17" y hasta con dolby surround para oír bien los gruñidos de los zombies y ese arrastrar de carnes muertas. Lo cierto es que le tenemos ganas, sobre todo desde que AMC nos puso los dientes largos con este extenso trailer-mini spoiler, que fue uno de los platos fuertes del Comic-Con 2011.
Es una sensación agridulce conocer las cosas buenas cuando ya han sido convenientemente convertidas en productos de consumo de masas. Es más, si hubiera sido la gafapastas que no soy, sabría, sin tener que googlear ni tirar de wikipedia que, el cine de zombies no inventó nada nuevo. Fue la manera de plasmar en imágenes las impresiones que recogió un escritor, W B Seabrook, durante su experiencia en Haití con la magia negra y el vudú. Allí conoció, como relató en TheMagic Island (1929), un supuesto rito que hacía revivir a los muertos. La historia llegó al teatro y, sólo unos años más tarde, al cine, en forma de (hoy) pelis de culto.
El último eslabón de la cadena es la televisión. Parece que las productoras han encontrado el filón: hacerse con historias que han sido fenómenos de fans en formato papel y asegurarse así sus buenas hordas de seguidores cuando se adapten para la pequeña pantalla. Ha pasado con 'Juego de Tronos', como ya comenté la semanapasada, y también con esta historia de zombies, que, la verdad, acojona bastante. Nada de serie B.
Independientemente de que la serie sea una adaptación, no seré yo quien le reste mérito. Es decir: la obra estaba creada, y es buena. Pero evidentemente hay una parte técnica donde el negocio audiovisual tiene que justificar su razón de ser. Y lo cierto es que la serie tiene un ritmo trepidante. Parece ser que es el resultado de concentrar muchas tramas y subtramas en pocos episodios. Algo que en los cómics ha llevado muchos números, viñetas y bocadillos, y que en la televisión no tenía más remedio que someterse a sus dictados. Hay que enganchar, fascinar, asombrar... Porque esa será la auténtica aportación de Frank Darabond, el responsable de la serie. Además, el hecho de que el propio Kirkman trabaje como guionista (él escribió el cuarto capítulo de la primera temporada) y avale la producción debería tranquilizar a los fans más acérrimos.
Sin embargo, algunos no han perdido oportunidad para resaltar todos los pequeños detalles que hacen diferente a la obra original de su copia. Creo que es menos repetitivo no perdernos en estos debates y partir del hecho de que nunca será lo mismo la letra que la imagen, el papel o la pantalla, como tampoco es lo mismo leer un libro como se ha hecho siempre a hacerlo en un ebook. A partir de ahí, siempre habrá diferencias.
Dejando los matices a un lado, lo cierto es que, como producción, es espectacular. La historia emociona y atrapa, se trata nada menos que de una invasión zombie, una bacanal de efectos especiales y maquillaje, pero no por ello descuidando el fondo, los personajes y su trágico y desolador futuro: conseguir sobrevivir un día más.
La televisión tiene el poder de popularizar historias atrapando a ese público que puede que jamás las hubiera conocido de no ser por ella. Los que conocían TWD por el cómic y tienen un sentimiento muy purista por él, sienten que, de algún modo, le han robado parte de su esencia. Ellos son un público fiel. Compran todos los números porque quieren una colección completa. Sin embargo, la tele es un producto que se consume de una manera más desapegada, más inmediata. Por eso, hay que jugar la baza de la espectacularidad y mantener enganchado al espectador, a veces a costa de sacrificar parte de la historia.
Dejando los matices a un lado, lo cierto es que, como producción, es espectacular. La historia emociona y atrapa, se trata nada menos que de una invasión zombie, una bacanal de efectos especiales y maquillaje, pero no por ello descuidando el fondo, los personajes y su trágico y desolador futuro: conseguir sobrevivir un día más.
La televisión tiene el poder de popularizar historias atrapando a ese público que puede que jamás las hubiera conocido de no ser por ella. Los que conocían TWD por el cómic y tienen un sentimiento muy purista por él, sienten que, de algún modo, le han robado parte de su esencia. Ellos son un público fiel. Compran todos los números porque quieren una colección completa. Sin embargo, la tele es un producto que se consume de una manera más desapegada, más inmediata. Por eso, hay que jugar la baza de la espectacularidad y mantener enganchado al espectador, a veces a costa de sacrificar parte de la historia.
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