sábado, 15 de octubre de 2011

House está en casa

Por Lorena Papí.

ALERTA SPOILERS

Los guionistas de 'House' jugaron en el final de la séptima temporada con un arma de doble filo, un desenlace catártico con una vuelta de tuerca a la locura de su personaje, que ya se venía gestando en los últimos capítulos, y que implicaba un peligro: cómo satisfacer tanta expectativa generada con un golpe de efecto tan brutal. No era fácil, pero lo han conseguido.

Y para ello sólo podían hacerlo si House volvía a ser el que conocimos al principio de la serie: no el semi-cuerdo, no el enamorado pseudofeliz, no el adicto intentando desintoxicarse, ni ninguno de los otros roles con los que la serie ha ido experimentando para hacer llegar a House a ninguna parte; si acaso al vencimiento y a la desesperante conclusión de que no puede cambiar. Sin embargo, todo esto no es más que una falsa apariencia de "normalidad": House despegó hace ya algunas temporadas, y está en proceso imparable de catarsis. Solo ha retrocedido para tomar impulso.

Pero hay algo que parece no cambiar nunca: la amistad de House y Wilson. Porque "si algo sale mal, él será su constante". Él es el único que permanece estable en la serie, y en la vida del médico. Más que un amigo (su único amigo) es su conexión con el mundo de los humanos que viven una vida real. Por eso él es lo único que ha podido salvar de su etapa anterior, tras el incidente del coche. Es la razón de que aún se mantenga a flote.

Ser House es agotador

¿Cuál será el propósito de House a partir de ahora? ¿Qué actitud adoptará ahora? No lo sabemos. Pero parece pretencioso presuponer que nos espera una temporada del House de siempre. Sobre todo si hacemos un balance general de la serie y de todas la amargura que ha tenido que experimentar su protagonista.


A lo largo de estos años, hemos visto cómo el personaje era llevado a todos los límites posibles: le "devolvieron" su pierna con un viaje de ketamina para dejar después que regresara el dolor y, con él, la lucha constante para intentar vencerlo: la vicodina, las drogas experimentales, la terapia... el tormento.

Le devolvieron a su ex sólo para que tuviera que soportar verla feliz con otro hombre. Le hicieron sentir que se había roto. Le hicieron creer que si se esforzaba podría ser feliz, pero todo se fue a la mierda. Le hicieron creerse invencible, hasta el punto de que se vio capaz de practicarse una autocirujía. Hasta le han convertido en la estrella de un musical onírico. No creo que haya un único registro para House. Es una personalidad demasiado compleja para convertirla en vulgar. 

Así comienza la octava ¿y última? temporada

Para empezar, en las primeras entregas de esta nueva temporada, le hemos visto jugando a los prisioneros chungos y mostrándonos por dónde se pasa él las leyes que rigen la vida en la cárcel. Tampoco esperábamos una sumisión del personaje. Eso ya lo intentó en el manicomio, y no funcionó. Todos sus intentos por hacer las cosas bien fracasan y que su proyecto de hombre feliz se estampó contra la casa de Cuddy. Literalmente.

Su vuelta al Princeton será para resolver uno de los casos más increibles que hemos visto hasta el momento, un caso único que justifica la presencia del mejor diagnosticador conocido y su salida de la cárcel: unos pulmones enfermos... pero sin paciente.

Y una vez más, House vuelve a hacer gala de esa magia a la que nos tiene acostumbrados y salva los pulmones, y, con ellos, a la paciente de Wilson. Quizás sólo por recuperar a su amigo. Quizás para demostrar al mundo que, al final, él siempre tiene razón. Quizás porque curar es lo único que sabe hacer. No conocemos los verdaderos motivos de sus actos y ese es el quid de la cuestión: es imposible saber qué le pasa ahora por la cabeza.

En ocho años de medicina avanzada, no sólo hemos aprendido que si es algo autoinmune, seguramente será lupus. También hemos llegado a entender un poco más la naturaleza humana, la fragilidad del hombre y su capacidad para sufrir. Sobre todo todo cuando tu mayor enemigo eres tú mismo. Por eso es dificil no odiarle sin amarle al mismo tiempo. ¿Qué podríamos reprocharle? Para él todas esas frases hechas, toda esa palabrería de la felicidad, no son más que eslóganes para vender coca-cola. Es algo que está fuera de su alcance.



Cameos sorprendentes, caras nuevas y caras viejas ¿renovadas?

Con la vuelta de la serie no sólo hemos disfrutado de este genio/loco/brillante e irreverente canalla. También hemos podido presenciar un hito histórico: el desmentido oficial y definitivo de la leyenda urbana que daba por muerto (de sobredosis, un clásico) al conocido por todos como Steve Urkel, o sea, Jaleel White. Al parecer su carrera no se hundió con su personaje y aquella frase y éste no es su primer cameo. Dichosos los ojos. También sabemos que Wentworth Miller (Michael Scotfield en 'Prision Break') aparecerá en un capítulo próximamente.

El gran acierto de la nueva hornada de la serie ha sido incorporar a Charlyne Yi, que interpreta a la Dra. Chi Park, de momento, única miembra del equipo. Con su incorporación permanente al elenco, bien podría hacer las veces de una Masters menos mojigata, auque con el mismo ingenio para incomodar a su impertinente jefe. 

Como ya sabemos que el viejo equipo seguirá por allí, sólo queda esperar su vuelta, y, con ellos, la de las tramas aún no resueltas: el futuro incierto de Trece, la doble paternidad de Taub y la posible evolución/involución de Chase, que parecía estar pasando por algún tipo de iluminación cósmica en la séptima temporada.

Lo que está claro es que algo nos tienen reservado para lo que parece el broche final (aunque está pendiente de confirmación) de una de las mejores series que ha dado la televisión. De hecho, hemos sabido recientemente que hasta ostenta récord Guinness de popularidad, con más de 81 millones de espectadores en todo el mundo (se emite en 66 países), que adoran a este tipejo.

No hay comentarios: