Alaska y Mario se estrenó este miércoles en la MTV para el gusto de sus incondicionales fans, y supongo que para el disgusto de los espectadores del gusto común y domesticado. Un reality absolutamente MTV para unos divos de la movida madrileña del siglo XXI. La madrina de esta La Tele de Cristal, nuestra Olvido, ya tiene programa propio y de culto. Afán por lo duplicado, por el consumismo de ebay e irracional, por las cenas de glamour con invitados pijos o trasnochados, por la cultura pop en el día a día, y todo realizado al aire, tan mecánico como improvisado.
La pareja se debatió entre una báscula para perder peso y un visado para conseguir la nacionalidad española, la de Olvido, que les llevará al matrimonio. Todo ante los ojos de una cámara que les graba el minuto a minuto de su vida mediática e íntima. Pocas miradas vimos de Deseo Carnal entre ellos, pero muchas de A quién le importa y de Más es más. Entre sus invitados, unos deteriorados Mcnamara y Lomana, cada uno recauchutado a su manera, pero amigos íntimos de la pareja. Mucho frikismo en la decoración de su casa pink flamingos, mucho petardeo en sus paseos por el barrio y, definitivamente, mucha divinidad para tan poco metro cuadrado.
Lo peor: Su filosofía de vida de tribu de la chochoni pa' echar de mendigar a parte al bote de colón, demostrada en el raterío de ambos a la hora de echar cuentas cada noche. Que si yo he pagado esto, que si tú me debes lo otro, que si los gastos en común no reciben aportaciones por igual... Tacañerío en estado puro de unos señores que ven la vida pasar entre algodones, pero que se preocupan por saber quién debe a quién la lata de cerveza o la barra de labios. Cuentas del qué me cuentas.
Un espacio de referencia para el artisteo más chuequero, pero de vergüenza para los desprendidos de la cultura hippie. Mariconeo y Mariliendreo de otra generación.
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