IVÁN REGUERA.- No todo es oro entre los estrenos de la HBO. Juego de tronos me ha parecido una nadería y he desenchufado. No me pasó lo mismo con la miniserie Mildred Pierce, protagonizada por Kate Winslet y basada en la novela de un escritor que me gusta: James M. Cain. En esta ocasión, Cain dio la vuelta a su fórmula (hombre perdido por culpa de una mujer mala) para centrase en ella como víctima. Además, como en sus novelas Serenata y Dos pueden cantar, la música tiene un papel importante en Mildred Pierce. Hijo de una cantante de ópera, Cain heredó de su madre el amor por la música, pero el sueño de convertirse en una estrella del canto se desintegró cuando su madre le dijo que no era lo suyo, conflicto implícito en esta historia de una divorciada que debe levantar su hogar en plena depresión de los 30.
Adaptada en los 40 por Michael Curtiz en una película de género negro (conocida en España como Alma en suplicio y por la que Joan Crawford ganó el Oscar), ahora HBO retoma la historia con Todd Haynes (director que ha escrito los guiones de los cinco episodios junto a Jon y Jonathan Raymond) y se ha enfrentado a un reto: hacer digerible un melodramón con todos los elementos del susodicho: pasiones sexuales, celos, cuernos, enfrentamientos familiares, traiciones, luchas de poder, ambición. Todo eso está en Mildred Pierce, pero contado con gusto. Con unas ajustadísimas interpretaciones, una planificación austera y una eficaz banda sonora (del gran Carter Burwell, compositor de los Coen), la miniserie, sin ser redonda, se eleva sobre la mediocridad.
Uno de los valores de la novela -que está en la serie y no tanto en la película- es el conflicto entre la vulgaridad de Mildred (luchadora, ambiciosa y cursi) y la sofisticación de su hija Veda (malcriada, altiva y superficial y cuyo nombre recuerda al de Cora, la mujer fatal de El cartero siempre llama dos veces). Mildred es una ramplona mujer a la que se le da bien hacer tartas y ser servicial con sus clientes y Veda un bellezón con menos talento que el que cree y más maldad que la que quiere reconocer. Como en todo buen guión, admiras en Mildred su obstinación y fuerza, pero detestas su tiesura y la manera en que se entrega, enchochada perdida, a su amante aprovechado. Igualmente, admiras en Veda su belleza y su indudable talento, pero aborreces su maldad y su miseria moral.
El gran conflicto de Mildred Pierce no es el de una mujer luchando por salir adelante en plena depresión, sino la lucha de una mujer corriente por entender a una hija supuestamente especial y que en el fondo es una auténtica hija de puta. El segundo gran conflicto de la novela y la serie es el que hay entre el trabajador y el ocioso, entre la hormiga Mildred y las cigarras Veda y el vividor Monty Beragon, que interpreta Guy Pierce. Como en todo buen guión, entiendes a Mildred, que se mata a currar y a inaugurar restaurantes, pero también a Veda y a Monty, almas dionisiacas entregadas al placer.
Todo eso contiene esta serie de HBO, cuyo principal acierto es haber conseguido que a Mildred la encarne Kate Winslet, muy lejos de Joan Crawford, que no hay quien se la trague como vulgar ama de casa. Este papel era para Winslet, que, como en Criaturas celestiales, El lector o Revolutionary Road, ha vuelto a bordar a la mujer ordinaria.
Trailer de la serie
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