Y precisamente de muertos empecé a saber gracias a Jesús Quintero, que ayer “entrevistó” a Fernando Arrabal. Lo entrecomillo porque entrevistar a este filósofo, escritor y acróbata verbal debe ser literalmente imposible. Arrabal habló totalmente conmocionado de sus experiencias con las llamadas “dos Españas”.
Arrabal destacó la importancia de recordar la humanidad de las gentes de este país, embutidas en medio de rojos y azules, de fachas y rojos, de nefastos políticos de toda índole. Arrabal recordó un calabozo diminuto en el que se topó con un carcelero gordísimo que no le torturó, sino que le pidió que comiera un buen cocido que traía para él. Con la cuchara en la mano, sentado con el delgado Arrabal, le dio de comer al ritmo del “uno para mamá, uno para papá” y recordándole que tenía que ir bien alimentado y con fuerzas al juicio que iba a asistir por cagarse en Dios y en la patria.
Puede que Arrabal tenga más películas que verdad en la cabeza, puede que haya más literatura que vida, como en su amigo Dragó, en sus palabras, pero lo que ofreció al loco de la colina y a los españoles que seguían la Uno fue impagable.
Me quedo con su remate: “Yo no he venido nunca a tu programa a venderme, a vender un libro. He venido a hablar”. Quintero sufre al espectador de otras cadenas, por eso no le va bien en audiencia. Jesús, el valiente que combate al share.
¿Se imaginan una televisión así, unas entrevistas así? Sigan soñando. Como bien dijo El loco en su arranque, “cualquier día aparecerá un esquirol… dispuesto a todo”.
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