martes, 7 de diciembre de 2010

¿Qué aplastamos?



No me gustan los deportes de riesgo, las motos, el automovilismo o el boxeo. Tampoco me gustan los toros, ni los San Fermines, ni los castells. Todo este tipo de espectáculos catastróficos, que dejan a sus muchos seguidores con la boca abierta, además de parecerme peligrosísimos y de  hacerme pasarlo mal, me producen una extraña sensación contradictoria: 

Por un lado me gustaría que terminaran desde el segundo en que me pongo a verlos para así evitar un posible desastre (muerte) ante mis ojos, pero por otro lado, deseo que pase algo funesto para así reprender a los muchos animales que disfrutan viéndolo. 

Aunque cuando esto sucede, cuando alguien sale mal parado, nada cambia en los ojos de los brutos.

Estos cómplices de la muerte, sin sentirse así, lamentan el destino del corredor del encierro o del motociclista que murió entre llamas; debaten sobre si la torre humana podría haberse construido mejor para que nadie resultara herido, o hablan sobre la climatología que provocó el desastre en la plaza. Todo elemento externo es válido para hacerle responsable de un desastre que "nadie esperaba".

Hace unos días, "la tragedia" se vivió en directo en un programa de televisión: Un concursante del 'Qué apostamos' alemán está en coma por culpa de que los directores del programa endurecieran una de sus pruebas. Sin embargo, no podemos hablar de tragedia cuando el resultado podía ser esperado. Más bien de crimen, o suicidio, alentado y vitoreado. A pesar del riesgo que el ejercicio entrañaba, ahí estaban las cámaras, los focos y la audiencia para ser testigos y cómplices de la posible muerte "del valiente".

No son valientes para mí, los que ejecutan actos tentando a la muerte. Disfrutaría, sin embargo, con actos arriesgados que tentaran a la vida: Ver por televisión, por ejemplo, momentos de reflexión valientes sobre la propia realidad de cada uno y del resto, actos manifiestos de lucha ante decisiones injustas, ejercicios rebeldes, como el protagonizado por Willy Toledo, Munster de La Tele de Cristal, hace unos días, que valientemente busquen abrir campos de libertad.

Este tipo de riesgo humano, mucho más auténtico y vital, aun teniendo la cárcel o la lapidación en algunos territorios como efecto colateral, no está bien visto socialmente. No es seguido, ni alentado, ni debatido, ni admirado. (Lamentablemente, en los tiempos que corren, el vídeo que les pongo arriba será mucho más seguido que el vídeo que les muestro abajo).

Pues esos (los de abajo) son mis valientes, los héroes cuya meta nunca sería que los aplasten sino dejar de sentirse aplastados. Los que, aun personificando la paz, ante los ojos de la audiencia catastrófica resultan peligrosos. Por ellos, por los  participantes del compromiso activo y valiente que arriesgan por la vida, nunca se me pasaría por la cabeza pensar si la jugada les salió mal: "Te lo mereces".

 



LOS MUNSTERS DE LA TELE DE CRISTAL. WILLY TOLEDO: NO TENGO NI UN AMIGO QUE SEA DE DERECHAS

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