Esta semana debatimos en Sospechosos Habituales sobre el nuevo reality de Telecinco, La Caja. Nuevo en cuanto a que su nueva temporada, como si se trataran de capítulos de una serie de ficción, será totalmente distinta a la anterior.
Anunciada por convertirse en "BIP", (BelénEsteban i profesionales), la paja, ese reality onanista de visceras y mal gusto, inundará las pantallas del morbo habitual con el que cargan los programas de Telecinco cuando flojean en audiencia. Ya saben, respetar el formato de los espacios de la cadena es lo de menos:
Indhira, gran hermana, es tronista de Mujeres, Hombres y Viceversa; Belén se deja caer por los programas de la casa (como el desaparecido de Risto) o nuevos (España responde) diseñados estratégicamente para rellenar horas y horas de Sálvame diario. Y así los rostros más multiusos de la cadena en los semanales: Enemigos íntimos, La Noria.... Lo de siempre con los de siempre.
En cuanto a las vísceras que explotan en La Caja (el original, el orinal), los psicólogos pusieron el grito en el cielo denunciando que en ningún caso tales encuentros televisados podrían sustituir la terapia psicológica individualizada. No es sólo la ineficacia para el participante, paciente, en sí, sino la nadería más absoluta para el espectador, más paciente todavía, que acude a visionar una batería de "sentimientos" sin fin.
En el libro 'Homo Videns. La sociedad teledirigida' (Giovanni Sartori) se explica muy bien cómo lo abstracto no puede comprenderse a través de las simples sesiones televisadas:
"La imagen de un hombre sin trabajo no nos lleva a comprender en modo alguno cómo es el problema del desempleo y cómo resolverlo, de igual manera el hecho de mostrar a un detenido que abandona la cárcel no nos explica la libertad, al igual que la figura de un pobre no nos explica la pobreza, ni la imagen de un enfermo nos hace entender qué es la enfermedad. Así pues, en síntesis, todo el saber del homo sapiens se desarrolla en la esfera de un mundo inteligibilis de conceptos y concepciones mentales que no es en modo alguno el mundo sensibilis, el mundo percibido por nuestros sentidos.
Y la cuestión es esta: la televisión interviene el mundo de lo sensible en inteligible y lo convierte en el 'ictu oculi', en un regreso al puro y simple acto de ver. La televisión produce imágenes y anula los conceptos y de este modo anula nuestra capacidad de abstracción y con ella toda nuestra capacidad de entender."
Escuchá más sobre el tema en el debate de Sospechosos Habituales:
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SIGUE LA TELE DE CRISTAL
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