Ir a ver al teatro a José María Pou es una experiencia de cine. El grande de la interpretación, poco prolífico a aparecer en televisión (Policías) está en Madrid representando a Orson Wells.
‘Su seguro servidor, Orson Welles’ nos habla sobre un cineasta que amó el teatro, sobre todo a Shakespeare. Pou encarna a Welles con esfuerzo y convicción, aunque la voz de Welles es inimitable.
La obra es un texto de Richard France y refleja la última etapa de la vida del director de buenas películas como Citizen Kane, It's all true, La dama de Shanghái o Fraude y grandes bodrios como Mr. Arkadin o El proceso.
El montaje se representa todavía en el Teatro Bellas Artes de Madrid y lo dirige el crítico de cine Esteve Riambau, también historiador y director de la Filmoteca de Cataluña. Uno de los problemas de este montaje es el oficio de su director: crítico de cine.
El montaje se representa todavía en el Teatro Bellas Artes de Madrid y lo dirige el crítico de cine Esteve Riambau, también historiador y director de la Filmoteca de Cataluña. Uno de los problemas de este montaje es el oficio de su director: crítico de cine.
Entiendo su interés por el curriculum de Welles y sus anécdotas, la mayoría conocidas por los cinéfilos, pero la película de su vida se hace excesivamente didáctica para el espectador teatral. Son dos personajes en escena y su relación no ayuda a componer un cuadro de emociones y encuentros. Sencillamente, los personajes no se "tocan". Y no se relacionan porque no hay evolución en el tiempo teatral sino grandes soliloquios al pasado anecdotario.
Es Pou-Welles quien se enfrenta sólo al espectador, rompiendo la cuarta pared, mientras su compañero de reparto, un joven técnico tan aficionado al cine como desinteresado por el maestro, está desaprovechado.
‘Su seguro servidor, Orson Welles’ podría haber sido un gran diálogo entre alumno-maestro, una discusión entre vocación y provocación, una busqueda hacia lo que hubo dentro del autor, pero todo eso queda vendido a potenciar la imagen de un director obsesionado con reunir el dinero suficiente para seguir haciendo películas. Tan verídico como poco artístico. Muy rico para un libro de memorias, pero muy pobre para una obra teatral memorable.
La obra, carente de esa necesaria vida propia, con algunas anacronías algo sorprendentes en sus diálogos, deja un regusto tan agrio como la carrera de Welles, posiblemente uno de los directores más sobrevalorados de la historia del cine. Aunque siempre merece la pena encontrarse con un actor de la talla de Pou contándote una historia a tres metros de distancia. ¡Lo llena todo!
Hay vida más allá de la tele y los de la tele también viven más allá de ella. A veces, y como La Tele de Cristal les cuenta en La cuarta parte, merece la pena desenchufarla y conocer.
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