martes, 3 de agosto de 2010

Adivina quién miente de verdad



De Adivina quién viene a cenar, el reality que utiliza el engaño como arma de seducción, me interesa sobre todo la parte que no está adulterada: Las reacciones de los padres.

Este domingo Antena 3 estrenó un programa muy Inocente, Inocente, en el que a los concursantes se les mide la capacidad para “engañar” a sus padres.

El contexto: Una cena con un extravagante famoso.

La dificultad: Llegar hasta el postre sin que los progenitores descubran el pastel.

El Premio más alto: el plato fuerte. Por ejemplo, no basta con que los adultos acepten la relación de su hijo con la locuela Antonia Dell'Atte, además, ésta va confesando durante la cena que está embarazada, que está arruinada…

Los momentos, más álgidos, más vírgenes (y suponiendo que los comensales no sean del club de actores de De Buena Ley y CIA) son los que protagonizan los cándidos padres.

En el estreno, vimos cómo los señores tragaban con la pesada realidad (ver a tu hija comprometida con Paquirrín no es moco de pavo) no por amor al premio (que en teoría desconocen) sino por, simplemente, ¿amor?

Los padres, cuando se quedan solos, resoplan, sudan, tiemblan, se preguntan: "¿y ahora qué hacemos?" Y de nuevo vuelven a sonreír y a asentir cuando regresan sus hijos. Preguntan, aceptan, tragan con lo que los niños les echen…

Sin duda, en este programa los que de verdad mienten son los padres. Y todo por ¿amor?, ¿respeto?, ¿comprensión?, ¿cariño?, ¿resignación?, ¿modales?, ¿pasotismo?, ¿indiferencia? Este reality hace 20 años hubiese sido impensable.

Me imagino:

“¿Qué?, ¿qué te has comprometido con Paquirrín? Anda para casa, desgraciada, que te voy a moler a palos” (no utilizo un lenguaje más propio por ser fino con los modales de “aquella época”).

Adivina quién viene a cenar pone de manifiesto cómo estos nuevos padres son más comprensivos que los de antes (o los actuales de la "otra España", que aún quedan), pero también deja un sabor de boca amargo:

¿Ha perdido la familia en sinceridad, en transparencia?, ¿necesitan ahora los padres la aprobación de los hijos como los hijos la de los padres?, ¿nos mentimos todos también en nuestras relaciones de casa para tener la fiesta en paz o la profesión se lleva por dentro?

No estoy seguro de qué derroteros preferir para la realidad, pero para la ficción (incluyo aquí a la tele) echo de menos un buen follón, un padre o madre a lo Paco Martínez Soria que explote en espontaneidad y arme un señor Belén. "¡Se acabó el pastel!" (tortazo y pa' casa).

Premio: 0 Euros y encima una buena "azotaina" por haber traído a los de la tele.

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