lunes, 1 de junio de 2009
Loca Academia de Artistas
Concursante de segunda y loca de primera. La meteórica Susan Boyle comenzó a comportarse de una manera extraña nada más acabar la final del Got Talent que la condenó a la segunda posición. Boyle, con gestos extraños y gritos en contra del concurso que le hizo saltar a la fama, chillaba entre bastidores: "Odio este programa, lo odio".
Después tiró un vaso de agua sobre un miembro del equipo del programa y al llegar a su hotel la lió parda, montó el cristo bipolar y, fuera de sus casillas, fue trasladada a una unidad psiquiátrica.
Boyle tenía cara de desquiciada, como en esas películas de serie B donde rollizas niñeras de pueblo clavan cuchillos de cocina a los bebés que cuidan. Al más puro estilo Kathy Bates en Misery, Boyle fue saboreando la fama y el éxito hasta caer hundida, derrotada y desquiciada.
Antes asignábamos la etiqueta de juguetes rotos a esos personajes a los que la tele lanzaba al estrellato durante unos meses y, paulatinamente, les iba dejando de lado, sin hueco para continuar su andadura mediática a alto nivel. Algunos nacieron desde el cielo de Crónicas Marcianas: Tamara, Maria José Galera, La bruja Lola... y al tiempo cayeron al oscurantismo más absoluto, sin los comentarios de Boris Izaguirre y sin culebrones en torno a su figura.
Otros triunfitos, nacidos del Got Talent español, también sufrieron lo suyo cuando el programa tuvo que escoger entre los que lanzar carrera. Por ejemplo, Naim Tomas (OT 1) fue uno de los primeros en cargar contra La Academia de Artistas (Gestmusic) que gestionaba sus contratos. Por su parte, la ganadora Rosa López pasó sus depresiones psíquicas y anímicas hasta que fue rescatada por Mira Quién Baila.
También hubo pérdidas de vida en medio del ajetreo famosil y de platós: Algunos Grandes Hermanos o concursantes de La casa de tu vida se mataron en la carretera a golpe de velocidad por acudir a Telecinco a realizar una entrevista.
Salvando las distancias, la historia repite el síndrome Norma Desmond, la protagonista de Sunset Boulevard, que tras ser número uno en el cine mudo, fue olvidada cuando llegó el sonoro y se volvió majara.
Boyle ha subido al cielo de la fama mundial tan meteóricamente que ha sido incapaza de asumir su derrota y, enajenada, se ha quedado en las nubes.
La fama, la locura. El mismo lado de una realidad:
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