viernes, 22 de mayo de 2009

Y yo caí...




"Me he enamorado de un niño de OT". Este incuestionable mensaje me llegó al móvil hace dos días. Una amiga mía, que no miente cuando dice que tiene treinta y tantos, se confesaba así de simple por teléfono en referencia a un pop idol de esos que llenan las carpetas de las quinceañeras durante unos meses.

No es necesario que pasen más de mil años, ni siquiera medio, para que caigan olvidados y se renueven por otros. La tele es así. Ahora está rescatando todos los capítulos de la noventera Sensación de vivir, un título muy bien elegido, por cierto, para una serie que vivía de sensaciones.

Amiga mía: me reconocías hace unas semanas que te veías obligada a ver ciertos programas de televisión porque sino te quedabas sin tema de conversación con la gente.

¿Con qué gente?, te pregunté yo. Y me lo llenaste de ejemplos: En el trabajo, en las celebraciones, en casa...

¿No será mejor buscar personas con las que compartir temas de tu agrado y no gente con la que rellenar el tiempo hablando de la tele? Y si no cumples el perfil para hacerte un casting de amistades, ¿no será maravilloso, cuando te vengan con estas cantinelas, quedarte sordomuda?

No pude contestarte al mensaje que seguramente me enviaste después de una de esas casposas "galas". Quizá creas que estoy enfadado contigo, pero únicamente no sigo esta edición de Operación Triunfo y, en consecuencia, no encuentro nada que decirte. Y nada por lo que preguntarte. No tengo interés alguno en saber más sobre tu turbia triunfitis.

Te has enamorado, dices, de una imagen que salió por televisión. Te repetiré cuando te vea que no veo el programa, y si se termina el tema de conversación, como temes que te pase con el resto de la gente, disfrutaremos del silencio que, contra el ruido, suena muchísimo mejor.

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