Eso nos lo catalogan como denigrante, antiejemplo y peligroso (señoras, no se operen que lo que ven por la tele no es real). Pero lo que nos venden como la gran noticia, la del gran titular, como una noble lección de periodismo es: Zapatero ignora lo que cuesta un café. Así van los grandes medios: ¡con la verdad por delante! Ellos dictaminan y monopolizan el tema de conversación relevante del día, el tema del café a la hora del café.
¿Cómo habría de saber el Presidente del gobierno lo que vale un ticket de metro, la sacarina, o una colada, si su obvio status es otro, el más alto, el privilegiado, el del elegido? Alguien nos está metiendo en un cambio radical del pensamiento y sin que nos demos cuenta. Nadie se queja de ese cuarto poder. No ofende tanto. No todo el mundo lo ve tan claro. No hay bisturí a la vista.
Hoy se operan las ideas, se hace un lifting a la honestidad a favor del buen resultado: la poltrona mediática del lector sectario de uno y otro bando. Todavía recuerdo el fariseo linchamiento que recibió Lydia Lozano, aquel momento banal y estúpido para pasar página, pero que llenó portadas de medios y minutos de oro en televisión.
Mientras la gente se manifiesta por una vivienda digna en un sistema de hipotecas a punto del colapso, es noticia de portada que el Presi esté al tanto de lo que vale una cajita de Lacasitos. Y nosotros nos llevamos las manos a la cabeza porque así nos estimulan desde los medios. Que vergüenza, que estupor, la desinformación del Presidente de la Nación.
Los amos de los periódicos, de medios respetables y de altura, deberían hacer cambios radicales como el de ese programa de cirugía en prime time. Cambios radicales a los redactores-chupatintas al servicio de las insípidas lecturas de su medio, cambios radicales a los busca-titulares bomba con disfraz de información imprescindible. Hay que hacer un cambio radical a los que creen que las portadas de los periódicos se llenan con titulares llamativos que sólo buscan acompañar el café, la nata y la leche. Mala y cortada. Con fecha de caducidad, que es lo que interesa.
Así, Margarita Pérez, la que quería convertirse en Marilyn Monroe, podría hacer lo que le diese la gana sin temor a condicionar a esas ofendidas asociaciones que aún creen que lo que diga la televisión es un ejemplo. No hay noticia en Margarita, ni en el café de ZP. No hay otro ejemplo que el de pensar justo lo contrario.
Necesitamos cambios radicales perpetrados por cirujanos que operen a los medios para que cambien los titulares rimbombantes y menos asociaciones saltimbanquis al amparo del paciente/espectador que no dejen ejercer su libertad a Margarita.
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