lunes, 1 de diciembre de 2014

Revilla y Julián... para comérselos

"¡Dios, cuántos recuerdos! Setenta años... ahí nací yo", decía Revilla señalando la ventana de la casa donde dice que nació. Ahí empezó todo.

Y así comenzó Este país marece la pena, un programa donde Revilla comenzó reprochándole a su padre: "¿Cómo se te ocurrió que naciera en enero? Pero bueno... salí adelante..." 

El que también salió adelante, aunque en cuota a duras penas, fue su programa en la sobremesa del finde de Telecinco. Un país de corruptos y sin vergüenzas, pero un país que gracias a Revilla merece la pena. Un espacio que debería ir en competencia de Un país para comérselo o de Comando actualidad, pero no como contraoferta de Los Simpsons. 

Estratégicamente mal programado, como con miedo y de tapadillo, a Revilla le costará sobrevivir en un horario casi infantil o desapercibido para un público, el que él tiene, acostumbrado a seguirle y disfrutarle en prime time, no antes de comer un día de fiesta. Revilla merecía más protagonismo: su programa es campechano, como el Rey, pero él no es nadie de sangre azul...

Él es más de plaza, de gente, de barrio y su programa, junto a Julián, el taxista que lo valora porque "habla claro y dice las cosas por su nombre", merece la pena. Y ambos, selectos ciudadanos, están también para comérselos. Merecen un cambio escalando horario en la programación. El share entonces les respondería tanto así como se merecen.

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