MasterChef vivió su semifinal con más de 4 millones de telespectadores pendientes de la crueldad de los jueces. Y es que MasterChef ya
nació siendo eso: MasterCruel. Un concurso que desde el principio se mostró más
preocupado por hacer sangre con los concursantes que en descubrir la verdadera elaboración
de los platos.
¿Qué espectador de MasterChef puede cocinar uno de sus platos
tras la visión del programa? Ninguno. No es un programa de cocina, es un
talentshow en el que priman otros factores ligados más a la competitividad y al
triunfo.
Casi todo en MasterCruel resulta agresivo, duro de digerir
para las mentes más sosegadas. Y ahí entra en juego un jurado con cara de mala
leche, a lo Risto, a lo Risotto, y al que no le gusta casi nada de lo que se
hace. ¿Les gustará al menos el último plato ganador o también se le pondrá
pegas?
Otro ingrediente que le falla a Master Chef es la
presentadora. Eva González parece que está en una clase de dicción continúa. Más
preocupada por vocalizar bien cada palabra que por resultar natural, simpática
o cómplice.
En el penúltimo programa se volvió al Teatro Real para ver cómo
Lola Herrera, Rafael Álvarez El Brujo, Ainhoa Arteta y otros rostros grandes de
las artes escénicas probaban los platos elaborados por los concursantes.
Alguno reconoció seguir el concurso e hizo su propia porra
de ganadores. Todo apunta a que sea Eva (no la presentadora, sino la
concursante) la que se lleve el gato a la cazuela finalmente. Habrá que esperar
una semana más para descubrirlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario