viernes, 21 de noviembre de 2014

Alegría, María, ¡ALEGRÍA!

Lloró María, lloró. Lloró como lo hubiera hecho cualquier trabajador sensible cuando su jefe le echa una bronca.

Pero esta vez llegaron las lágrimas al rostro de una profesional, que pese a lo que pensáramos hace unos años cuando veíamos a una beligerante Ana Pastor al frente, llegó a flor de piel de la débil, de la mandada, de la sierva, de la domesticada, de la subdita, de la esbirra, de la endeble, de la curranta, de la esclava, de la NADA: María Casado.

Casado se casó, con anillo de compromiso público pagado por todos, con sus dirigentes de Telemadrid (perdón, de TVE), esos de los que hacen llorar. Los mismos que la dicen lo que hay que decir, cómo hay que decirlo, cuándo hay que alegrarse, cuándo hay que lamentarse, cuándo hay que preguntar, qué hay que preguntar, qué no se puede cuestionar, cómo dar paso a publicidad, cómo sonreir, cómo al final: Mamársela bien para quedar ellos a gusto.

Y no son alucionanes del Electroduende. No. No hay más que ver el vídeo. María Casado, la robot de los informativos (por esa cualidad fue elegida para tan digna empresa) tuvo un momento de espontaneidad recordándole a Curri "que solatara la pelota".

Y sí:  Rió, ironizó, fue HUMANA, pero eso en TVE no gusta. Descoloca y hay que intervenir: "¿Cómo es que nuestra máquina se ha desconectado?", pensó el directivo. Su jefe. Y la voz llegó atronadora por el pinganillo. El pinganillo de la verguenza. ¿Cómo hacer llorar a un trabajador sin que nadie diga nada? Esta vez... sucedió delante de toda España y sin que nadie se diera cuenta.

María, decidió dejar de ser María. Y volvió a ser María, pero... "¿María un pajote?". Y se corrió, gracias a sus lágrimas, el Directivo de TVE. Todos los vimos: los más sensibles lo notaron, y los más sensibles y menos inocentes somos capaces de sacar esta conclusión.

Pasa en casi todos los trabajos. Estamos sometos al de arriba. ¿El precio? No dejemos que ninguna figura de poder nos quite la sonrisa y nos haga llorar. PODEMOS volver a ser humanos. Y tú también, María. Analiza lo que ha pasado y DESCONÉCTATE. Contarlo con sinceridad, transparencia y sin miedo, será tu salvación. ¡Alegría! María. ¡Alegría!

¡Ay! ¿cuántas Marías hay aún por ahí?

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