Por Miguel Albertos:
Hay largometrajes basados en novelas, cómics, historias reales o en la vida de alguien,
no es este el caso de “Hitckcock”. Aunque “a priori” podríamos pensar que estamos
ante un “biopic”, en realidad esta cinta se basa en un “making of” de una de sus
películas más conocidas, “Psicosis”, con suaves toques dramáticos.
Y como si de
un capítulo de “Alfred Hitchcock presenta” se tratase, comienza y acaba con una
presentación del maestro e incluso la sintonía de esta famosa serie de televisión.
Sin embargo, lo que hay en medio decepciona más que muchas series, sobre todo de
las actuales, que muchas veces superan los niveles de calidad del cine.
No hay ningún
“mcguffin” (ese elemento de suspense que acuñó el propio director) ni realmente
interés en la historia. Todos sabemos que la película que hizo que cogiéramos miedo
a ducharnos sí que llegó a las salas y la infidelidad de la esposa, aunque llegara a
materializarse, nos da igual. Por no hablar de ese Ed Gein (personaje real, origen de
Norman Bates) que se le aparece satánicamente al mago del suspense y que podría
haber dado mucho más juego.
Tampoco se ha molestado su director, el primerizo Sacha Gervasi, en recrear la
fotografía hitcockiana de la época, a modo evocador como hizo Tim Burton con “Ed
Wood”.
Incluso Gus Van Sant, con su innecesario “remake”, sintonizó mejor con el
mundo Psicosis que este telefilme de tres al cuarto que han decidido llevar a la gran
pantalla.
Ni siquiera el elenco de primeras estrellas salva la película, por muy correctos y
“tuneados” que estén Anthony Hopkins o Scarlett Johanson. La mayor curiosidad
reside en ver a Ralph Macchio, casi 30 años después de “Karate Kid” y si acaso, saber
que uno de los clásicos del terror más aclamados de la historia del cine pudo no
llegar a estrenarse o hacerlo en la pequeña pantalla.
Ahora posiblemente acabaría
programándola con gran éxito la HBO, canal que por cierto ha producido una TV-movie
(“The girl”) sobre el propio Hitckcock y su morbosa relación con Tippi Hedren, que
seguramente sea menos benevolente con la manipuladora personalidad del genial
director.
Lo mejor: La banda sonora de Danny Elfman emulando a Bernard Herman.
Lo peor: Los vanos esfuerzos por crear una atmósfera de suspense.
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