sábado, 1 de octubre de 2011

Familias 2.0


Por Lorena Papí

En los 80 y en buena parte de los 90, el concepto de familia que USA explotaba en sus sitcoms era más bien almibarado y un tanto repetitivo. Los Seaver, los Cosby, los Winslow…

Todos seguían un mismo patrón: papá, mamá, hijo adolescente ligón, hija adolescente que se pasa horas hablando por un teléfono con quince kilómetros de cable (ahora le bastaría con Facebook, Wasap, Twenty y Twitter), el/la peque mellado/a gracioso/a; la típica casa con jardín y con canasta de baloncesto para tratar los temas “de padre a hijo”; las moralinas con música ambiental y un gran oh! enlatado que acompañaba al momento-abrazo-te-quiero-mamá…

No había mucha reflexión, sólo una sobredosis de azúcar y algún capítulo suelto en el que se atrevían a tocar algún tema ligeramente peliagudo, como el racismo o las drogas. Pero era todo muy convencional. Casi lo más trasgresor hasta el momento en comedias americanas había sido el arrejuntamiento de los Brady y su conversión en tribu. Por eso ‘Los Simpsons’ triunfaron tanto. Nunca se había conocido una familia igual. Ni amarilla, claro.

Afortunadamente, ahora se llevan otro tipo de familias, en la comedia y en el drama: familias de mafiosos, familias desestructuradas, amigos que son familias y familias modernas, como ‘Modern Family’.

Es una de las pocas series que he visto que convenzan tanto simplemente con el episodio piloto. Porque más que romper moldes, descuadran al espectador. Porque cuando crees que se avecina una dosis de sentimentalismo -aunque sin un gran oh! Enlatado-, sucede algo (casi siempre surrealista) que revienta y reinventa la escena.

El formato también ayuda: el falso documental intenta dar una apariencia a lo que estamos viendo de (falsa) credibilidad dentro de la ficción, como ya practicaron Christopher Lloyd y Steven Levitan en su no menos exitosa ‘The Office’.También ayuda a que los personajes se den a conocer, se retraten a si mismos y reflexionen sobre su rol en esta desconcertante familia.

Las tramas se refieren a asuntos cotidianos, pero contados de otra manera. O más bien, vividos de otra manera. Con personajes que intentan no ser cotidianos, aunque a veces el resultado es justo el contrario.

Se “abusa” un poco de ciertos estereotipos, pero tal vez sea este el matiz: intentar vendernos algo que podría ser lo típico, pero envuelto en una capa de irreverencia, y con altas dosis de humor. Humor disparatado. La pócima mágica: diversidad (sexual, étnica, de caracteres) para conseguir un gran mosaico. Y un continuo juego de espejos, una idea con la que la serie juguetea mucho.

Si se quiere ver un trasfondo, la serie no es más que un reflejo en el espejo de una nueva sociedad que se ha quitado el corsé y se ha desalmidonado. Como consecuencia, han surgido nuevos modelos de familias que de alguna manera intentan cambiar la forma de educar a sus vástagos, aunque, muchas veces, acaben actuando exactamente de la misma manera en que lo hacían sus antecesores.

Es decir: justamente como siempre juraron que no actuarían. Por eso Phil Dunphy (Ty Burell) se esfuerza por ser un padre-colega, y su mujer Claire (Julie Bowen) intenta ser una madre permisiva, especialmente con Hailey (Sarah Hyland), la niña adolescente que sale (otro tópico que puede no tener tanto de típico) con el chico mayor de melena y aspecto taciturno que toca la guitarra y sueña con ser estrella del rock.

No sólo nos ha convencido a nosotros, los serieadictos. También a los peces gordos de los oscar de la tele. En 2010 y también en la edición de este año, se han hecho con el Emmy a la Mejor Serie de Comedia, uno de los cinco que se ha llevado en este 2011, en el que ha obtenido 17 nominaciones.

De momento, sólo hay dos temporadas, así que además de dejarse ver tan ricamente, no es una de esas series a las que no sabes cómo enfrentarte, con 5, 6 y hasta 7 temporadas que meterse por vena para ponerse al día. Muy recomendable.

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