Todo el mundo sabe hoy que José Luis Garci logró el primer Oscar español por Volver a empezar. En pocos años eso será prehistoria, si no lo es ya. Las nuevas generaciones no podían ver un fotograma de aquella cursilada sin descojonarse o cambiar de canal. Dice Garci que lo que más le gusta de la fama es verse en los crucigramas. Una pena que la frase sea de Billy Wilder, al que Trueba dedicó el siguiente Oscar español con una peliculita que también ha envejecido mal.
El espacio nos dio a conocer grandes clásicos del cine en tiempos en los que no existía la Mula para bajar películas, cuando alquilarlas era imposible o comprarlas resultaba tan caro.
Garci fue protagonista de un descarado despilfarro de las arcas públicas hace unos años. Su largometraje Sangre de mayo costó 15 millones de euros pagados por la Comunidad de Madrid a toca teja. No le va mal a Garci con Esperanza Aguirre. Consiguió también un programa en Telemadrid, espacio idéntico a ‘¡Qué grande es el cine!’. Se llama ‘Cine en blanco y negro’. Se rompieron los cascos con el título.
Tras despilfarrar aquella millonada, Aguirre tuvo la caradura de denunciar que el Instituto de la Cinematografía denegó permisos a Garci para doblar al inglés Sangre de mayo. La explicación de Espe fue que Garci había sido olvidado “por no haber sido de los de la ceja y porque no aplaude a ZP”. Y era verdad. Le aplaudía a ella y a los suyos. Garci, el de la boda de la hija de Aznar en el Escorial, el amigo de Álvarez Cascos, sigue siendo la gran esperanza del cine patrio para la derecha. Y ha sabido aprovecharlo.
He leído que Jiménez Losantos define a Garci como “una mezcla de narcisismo y discreción”. Ahora Garci se pasea por la tele de Losantos (donde le hacen la pelota de forma bastante patética) con un libro que selecciona entrevistas que le han hecho. El título del tocho, en el que se incluye una narcisista autoentrevista, está tan currado como el de su programa: 'Garci. Entrevistas'. Sentí una rara mezcla de rechazo y ternura al verlo en Libertad Digital. No voy a comprar su egolibro de entrevistas, pero apuesto a que nadie le pregunta en él lo más importante: ¿Por qué el director de la magnífica Las verdes praderas dejó un día de interesarse por su realidad para entregarse a un cine tan torpe, escapista, embalsamado y académico?
Un testivoltio de Iván Reguera para La Tele de Cristal
El espacio nos dio a conocer grandes clásicos del cine en tiempos en los que no existía la Mula para bajar películas, cuando alquilarlas era imposible o comprarlas resultaba tan caro.
Garci fue protagonista de un descarado despilfarro de las arcas públicas hace unos años. Su largometraje Sangre de mayo costó 15 millones de euros pagados por la Comunidad de Madrid a toca teja. No le va mal a Garci con Esperanza Aguirre. Consiguió también un programa en Telemadrid, espacio idéntico a ‘¡Qué grande es el cine!’. Se llama ‘Cine en blanco y negro’. Se rompieron los cascos con el título.
Tras despilfarrar aquella millonada, Aguirre tuvo la caradura de denunciar que el Instituto de la Cinematografía denegó permisos a Garci para doblar al inglés Sangre de mayo. La explicación de Espe fue que Garci había sido olvidado “por no haber sido de los de la ceja y porque no aplaude a ZP”. Y era verdad. Le aplaudía a ella y a los suyos. Garci, el de la boda de la hija de Aznar en el Escorial, el amigo de Álvarez Cascos, sigue siendo la gran esperanza del cine patrio para la derecha. Y ha sabido aprovecharlo.
He leído que Jiménez Losantos define a Garci como “una mezcla de narcisismo y discreción”. Ahora Garci se pasea por la tele de Losantos (donde le hacen la pelota de forma bastante patética) con un libro que selecciona entrevistas que le han hecho. El título del tocho, en el que se incluye una narcisista autoentrevista, está tan currado como el de su programa: 'Garci. Entrevistas'. Sentí una rara mezcla de rechazo y ternura al verlo en Libertad Digital. No voy a comprar su egolibro de entrevistas, pero apuesto a que nadie le pregunta en él lo más importante: ¿Por qué el director de la magnífica Las verdes praderas dejó un día de interesarse por su realidad para entregarse a un cine tan torpe, escapista, embalsamado y académico?
Un testivoltio de Iván Reguera para La Tele de Cristal
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