La fama cuesta, pero también atonta. Llegar arriba le hace a uno ver a los demás mucho más pequeños y los trata como si fueran estúpidos. Dos personajes se han revelado esta semana como auténticos energúmenos. Uno de ellos, el más descarado, dice que "si TVE no emite anuncios ya no quiere seguir actuando en su serie". Vamos a ver, querido maestro Imanol, si quieres dejar Cuéntame porque se te está haciendo más larga que al Lute la trena, has de decirlo sin poner excusas tontas.
Dices que no quieres vivir de los impuestos de la gente, cual funcionario ¿pero a caso TVE no depende de nuestros impuestos desde que tu Brigada estaba más central que a la izquierda?
Con este nuevo amor tuyo por la publicidad tiembla cualquier trabajo donde te coloquen tus amigos de la ceja. Imagínate, Imanol, que te contratan en el Teatro Español (teatro público) y les exiges meter una telepromoción de Cocacola en medio del monólogo de Hamlet. Pues no pega ni con cola... lo mismo que tú con tus historias de cómo se financia una cadena que emite tu serie, que ni siquiera la produce.
Imanol está cansado de levantar la ceja sin poner remilgos y, encaprichado, se le antoja decir estas boberías como si el país no tuviera otra cosa en qué pensar que "la huelga de hambre de guión" con la que el Arias nos amenaza.
La otra borracha de fama, poder y egocentrismo que se ha encaprichado esta semana se llama AR. La Quintana, aburrida de entrevistarse con la Campos cada temporada, desea ser la única reina con corona y por eso planea fichar a María Teresa para su programa. Como rival le caía gorda, como compañera se le quedaba pequeña, y ahora la quiere cual sierva de reserva.
La gran (todos en pie...) Ana Rosa desea sentar en su sofá a Mari T y ponerla a debatir con Belén Esteban mientras ella toma su tazita de café y se despereza. Quizá el plan de ARRRRR sea aún más perverso y, tras conseguir que la Campos sucumba, espere unos meses para echarla con finiquito y datos de share en mano. "Tu sección no funciona, Teresa. No puedo consentir que nos hundas el trasatlántico", le diría con cara de apio.
AR e Imanol. Creen que lo valen. Y pensarán, si me leen (¡qué honor!), que quién soy yo para decirle a Dios que le falta razón.
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