Por: Iván Reguera.
He
leído en La guía del ocio a Ignacio Pablo Rico que esta película
muestra “una ética maniquea, un desarrollo prototípico y superfluo de
las relaciones entre los personajes y un tono condescendiente”. Y que es
“una obra esquemática y de escaso alcance reflexivo”. No puedo estar
más en desacuerdo.
La película es pequeña, sí, rodada rápido, sí. En
cinco semanas. Pero no veo nada prototipos en sus personajes (los
currelas y los empresarios del ladrillo), condescendencia o
esquematismo.
Aunque no le deparo, desgraciadamente, un gran futuro en la taquilla, es una
película casi de cámara y sustentada por un guión que coge una obra como
metáfora de la burbuja del ladrillo mezclada con la inmobiliaria. ¿Es
poco sutil?
Puede, pero se enfrenta con valentía a algo que en las
productoras de España (tan acostumbradas al pastiche televisivo o al
mainstream) aterroriza: hablar de nuestra realidad, de nuestras cagadas,
de lo que somos y de lo que nos espera.
Y
lo que nos espera es aterrador. O eso es lo que me dijo Luis Tosar,
actor y productor en la peli: “No sé que va ser de nosotros, de este
país”. Porque carecemos de respuestas, de futuro y de final, de salida.
Esta peli lo tiene y es muy triste, pero porque así debe ser.
Los
fenómenos recuerda a Los lunes al sol, también rodada en Galicia y con
Tosar, aunque allí se hablaba de otro modelo industrial y tenía un final
más positivo que este. También recuerda a Riff Raff, de Loach.
Lo mejor, eso sí, del film de Alfonso Zarauza es Lola Dueñas. Tremenda como casi siempre.
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