lunes, 23 de abril de 2012

Cinco razones para ver Shame


    Por Iván Reguera:

    1.    Su actor, Michael Fassbender. Desgraciadamente se ha hecho famoso por la longitud de su polla, algo que dice poco del rancio espectáculo en el que se ha convertido el periodismo cinéfilo. Fassbender no es súper guapo, tiene buen porte pero una cara jodida, escabrosa. Por eso es perfecto en Shame, la historia de un pijo adicto al sexo. Fassbender lleva doce años currando en cine y ha trabajado anteriormente en esa basura llamada 300, en las mediocres Malditos bastardos y Un método peligroso y en la interesante Hunger, del director de Shame.


2.
  
Decir que Shame es una película con sexo o una película caliente es como decir que lo es El último tango en París. Un disparate. Shame es una película nihilista, dura, seca, punzante, flemática. Nada que ver con el deleite sexual de una peli porno, con el breve contentamiento -divertido, obvio y vulgar- de ese género.

3.   Los amantes del guión preciso e imperturbable no van a gozarla. Shame potencia el deleite de la imagen, con una fotografía magistral de Sean Bobbitt y una banda sonora extraordinaria.

4.   Se nota que la peli no la ha rodado un neoyorquino, sino un extranjero de paso que ha rodado una peli gélida.  

5.   Sólo por Fassbender, el depredador sexual, merece la pena ver la peli. Pero también por ella. Carey Mulligan, una actriz pequeñita pero eficaz y que en esa vacía modernidad llamada Drive no tenía personaje. Aquí lo tiene. Sólo por verla cantando (más bien sollozando) ‘New York, New York’ merece la pena ver Shame, una de las mejores películas estrenadas en este, de momento, pobre 2012.  

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