miércoles, 9 de mayo de 2018

Los Mundos Del Yuppie


Ver Los Mariachis de Pablo Remón no es fácil. Y no porque sea inaccesible (Teatros del Canal, Cea Bermúdez, 1), ni porque cueste una pasta la entrada (10 euros la butaca sin descuentos), ni porque no esté ya sumamente reconocida y nominada a premios (ronda final en los Premios Valle Inclan), sino porque te deja resaca. Y de las lúcidas. ¡Flush Redux!

Mucha resaca. Ese poso que limpia y mancha. De esos cuya digestión absoluta llega cuando la reflexionas en casa. Desde el reposo, como cuando comemos de pequeños y no nos dejan meternos al agua por temor al corte de digestión… Aún sin comprender del todo lo que uno ha visto, pero casi llegando a digerirlo por completo, ¡chapuzón! Solo podemos entender lo que aún no entendemos y eso magnifica el resultado de esta pieza teatral que atrapa y absorbe. 

Como un gin-tonic mal tirado se siente Los Mariachis, o como una caña desparramada a la imagen esperpéntica de ESE personaje que ha perdido modales entre sus iguales, pues ya no lo son tanto. Misma familia, pero distinta especie. Otra fauna.  Corrupción 0,0. Desigual 100%. Mismo espacio y a años luz unos de otros. Run-Run tormentoso que solo los primos escuchan.


Fiel a su espíritu burlesco y comediante, Pablo Remón (Munster de Electroduende) comienza Los Mariachis entre un huracán de risas gracias a lo carnavalesco de personajes sin dobleces y otros “doblados”.

Las dos Españas: la de los Mundos de Yupi y la de los Mundos del Yuppie. La que pierde y la que pierde aún más. La España que ríe y la que sueña que ríe. Hasta ahí, Chachis. Los Marichachis. Pero las risas se van congelando, luces bajando, personajes perdiendo aliento. Resacón. Resacón en El Canal.


Tras el espejismo de cielo fresco que supuso El Tratamiento, Los Mariachis supone la bajada a los infiernos en un autor que toca lo costumbrista y lo embellece, se mofa del escándalo político y lo hace humano, y se enorgullece de no ver sin sentir más que asco y miedo entre disparates.

En esa bajada, ya real en el ascensor, que este Electroduende tuvo tras ver el espectáculo, se escuchó comentar a unas señoras más mayores que yo: “COMO LA VIDA MISMA”. Bajábamos al -1, pero el ascensor paró en el Cero. Hubo un silencio en la parada. Hasta ahí se pensaba en Los Mariachis. Y las puertas se abrieron de nuevo para la salida. Dejan huella. Dejan resaca.

Esa sensación agridulce, esa paliza interior que uno siente tras el oscuro, impiden responder ‘SÍ’ si te preguntan nada más verlos si lo has pasado bien. Las piezas teatrales filosóficas que entran tan bien tienen esta grandeza. Como la de acordarse, sin apuntarlos, de parte de sus magistrales diálogos. “El AMOR es esa mezcla de conexión espiritual, sentimiento y sentido”.

Explicaba Juan José Millás en uno de sus libros: la ganancia con la pérdida o cómo sentir liberación plena al desprenderse en las mudanzas de las cosas que uno conserva. Aquí, las cosas de la lista, las subrayadas por ser de uno y las impuestas por obligación familiar, atan, condenan y llevan a la perdición. Solo ese final a lo Taxi Driver puede dar respiración a alguien asfixiado. Quién más, quién menos, víctimas de nuestras circunstancias, a veces escogidas libremente, pero siempre condicionadas desde pequeños, al menos en este país y en los que por arriba nos rodean: todos estamos con el agua o con el humo al cuello. Más que sin aire.

Y en Los Mariachis se nos cuentan como cuando éramos pequeños y no podíamos entrar al agua sin hacer la digestión. ¡No hagan caso a mamá! Atrévanse a pegarse un chombo con este bocado de realidad en la boca y regresar a esta inocencia perdida para ver cómo se vuelve a perder. ¡Bienvenidos al vómito!


Los Mariachis, hasta el 27/05/2018, Teatros del Canal (Madrid).

Lo Electromejor ¡Choca los 5!

1)      El texto y la dirección escénica.

2)      Todo el elenco fantástico, pero a destacar especialmente la gracia intrínseca con la que cuenta el actor Francisco Reyes, habitual de Remón, (en el anterior El Tratamiento también lo bordó). Admirable payaso (bien leído, siempre).

3)      La inspiración en el personaje predestinado de Travis en la comentada referencia a Taxi Driver.

4)      La metáfora de la llave: ¿la tiramos? ¿abrimos? ¿cerramos? ¿heredamos? Volverá.

5)      Lo muchísimo que le queda por dar guerra, con efervescencia que destila resaca patria.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Aún se hace teatro político en este país? JAJAJA Veremos.

Luis dijo...

Muy buena crítica. Gracias por el aviso.

Sara dijo...

Si hay cerveza desparramda yo voy :) lo que no entiendo es porque duran tan poco si aun no han salido las nominaciones de los premios a los que optan. ;(((

Anónimo dijo...

Malos tiempos para la lírica.

Ana dijo...

Unos montajes así son necesarios en la escena española. ¿Cuándo es la gira¿?