sábado, 7 de agosto de 2010

El Librovisor: '¿Se creen que somos tontos?'



Hubo en España un presidente que abusaba del latiguillo "Por consiguiente". Muchas de sus argucias verbales iban acompañadas de esas dos palabras con magia: lograban que lo invendible fuese aceptado por el electorado. "OTAN de entrada no". ¿Recuedan? Felipe y los que le sucedieron guardaban en su chistera una buena cantidad de estos trucos.

Acabo de disfrutar del libro de Julián Baggini ¿Se creen que somos tontos? (Paidós). Ahora me enfrento a su criítica con mucho respeto, incluso con algo de miedo. Imagino que en cualquier momento el protagonista de esta estupenda obra puede corregirme en mi argumentación o explicarme por qué he utilizado ciertos “por consiguientes” o “por lo tantos”.

Lo de Baggini es como El dardo en la palabra, de Carreter, pero mucho más jugoso. El filósofo pone su dardo en los argumentos, en la expresión, y no se olvida de las intenciones de gobernantes, artistas, periodistas o religiosos, generalmente perveras. Analiza en cada uno de sus capítulos ciertas frases lapidarias sin obviar quién las dijo y qué quería expresar teniendo en cuenta sus intereses. Así, tumba aseveraciones de las figuras más representativas del periodismo, la política o la farándula a nivel mundial.

Lo universal de las notas de Baggini es que sus convincentes reflexiones se pueden extrapolar a cualquier contexto y a cualquier país. Por ejemplo, en los primeros capítulos del libro podemos hacernos una idea de cómo se justifican argumentos tan patrios, a favor y en contra, sobre el Pulpo Paul o Ramón San Pedro.

También están Obama, Bush, Blair, Michael Moore, Regan, Donald Rumsfeld y otros “grandes pensadores” del siglo XXI. Reflexiones acerca de lo dicho y de cómo podemos llegar a detectar falacias en los interlocutores que nos defiendan los mensajes más asentados, globalizados e “incuestionables”.

El ensayo de Baggini está cargado de humor, a veces a la altura de Woody Allen ("Cuando los seres humanos inventan dioses suelen ser más grandes, más poderosos y más difíciles de localizar por teléfono"). Podría haber resultado un aburrido texto de filosofía moral o un tedioso compendio sobre argumentaciones lógicas, pero el autor, más cercano a la comunicación virtual que a los sesudos manuales filosóficos, opta por hacer sus reflexiones ágiles, divertidas y abiertas.

Cada uno de sus breves capítulos se cierra con preguntas que hacen de nuevo reflexionar al lector sobre si él mismo participa o no de las falacias en su vida cotidiana.

Un libro crítico no exento de autocrítica. Una genialidad imprescindible. ¡Vaya remate me ha salido! ("como si no pudiésemos prescindir de las genialidades...", que me diría su autor).

En opinión de ELECTRODUENDE, y con permiso de Baggini, el lector inteligente no.

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